Jim Botón y los 13 Salvajes - Michael Ende
Así como devoré Jim Botón y Lucas el maquinista, este Jim Botón y los 13 salvajes me ha costado bastante leerlo. No me interesó de verdad en ningún momento y el libro está regido por un metrónomo completamente distinto, mucho más rápido. Y no le va bien a la historia. Y punto.
El primero es un sencillo cuento, una historia clara, sencilla y un desarrollo hermoso; el segundo es un caos con localizaciones múltiples, intereses cruzados, recuperación forzada de todos los personajes que aparecieron en el primero y de los que se añaden en el segundo... ¿Eso está mal? No, claro que no. ¿Qué le pasa entonces? Le pasa que el señor Ende intenta mantener el tono de cuento sencillo y la nave hace aguas.
Ya en el primero la credibilidad era la que era. Así se te impone. El mundo de Jim Botón funciona así, en una microisla de tamaño casa, con una locomotora flotante y con capacidad reproductiva y demás. Y me parece genial. En el segundo libro todo es mucho más «más». La aventura es mucho más llamativa, los personajes son mucho más valientes, la ternura es mucho más tierna, las desavenencias son mucho más marcadas, los villanos son mucho más cuantiosos, etc. Mal. Del precioso primer cuento se pasa a una pantomima en la que los problemas se desaparraman como piezas de puzzle y Lucas y el pequeño Jim se dedican a colocarlas a buen paso.
Ese es, para mí, parte del problema. La Señora Maldiente era un mostruo imponente, terrible, y los 13 Salvajes son un chiste. Los pintan súper terribles pero son un fiasco casi desde el principio. Ni tienen carisma, ni son especialmente temibles, ni nada; están ahí, de fondo, aparecen al final, los vencen de una forma sorprendente (realmente sorprendente, además Ende y Tripp juegan muy bien con este hecho, no creo que haya sido el único que comprobó los dibujos previos revelado el pastel). Y se vuelven buenos y se convierten en la guardia personal de Jim Botón, que en realidad es el hijo del Rey Baltasar. Pues vale.
El segundo libro, pretendidamente más complejo (en realidad tiene muchas más acciones en muchos más sitios a la vez, pero resultan todas más forzadas que en el primero y solo se destila un aroma a imposición del cúmulo de coincidencias místico) pierde un poco la magia del primero y la suple con más aventuras. Las conversaciones son menos divertidas e irradian menos imaginación. El dragón dorado de la sabiduría resta gracia al libro con su actitud de «haced esto, y esto, eso no, y ya descubriréis el resto que no quiero estropearos la sorpresa», solo le faltaba añadir «que hay lectores al otro lado y si no se van a morir de hastío». Mal, señor Ende, el dragón es el Mal hecho tetrápodo.
Una cosa, no obstante, sobre la que me llamó la atención Luis, es que desde el prisma de que la primera entrega y esta formaban un todo, se entiende mejor que en este se cierren tantas tramas. Pero leyéndolos como dos libros separados, en cambio, se genera la sensación de obra apurada.
Nota: 4. El libro no es horrible, aunque por mi reseña pueda parecerlo, es solo decepcionante, el estilo no le sienta bien, el exceso de aventuras le sienta muy mal y algunos elementos chirrían estrepitosamente. Y no, no creo que le haga justicia a Jim Botón y Lucas el maquinista. Una verdadera lástima.
Otras obras de Michael Ende
—Jim Botón y Lucas el maquinista.
Elijo esta portada por un fallo enorme. Cualquiera que sepa cómo vencieron a los 13 Salvajes se dará cuenta de que algo falla. Algo falla HORRIBLEMENTE.
El mal efecto de un ritmo demasiado rápido
Sé que normalmente me quejo de lo contrario, y que en general defiendo a capa y espada los ritmos rápidos... pero este se pasa. En Jim Botón y los 13 Salvajes sucede de todo constantemente. El primer libro nos contaba una historia, este segundo nos cuenta muchas en el mismo espacio. Los personajes ayudan a todo el mundo, resuelven todos los problemas, cada episodio es, casi, una nueva aventura. ¿Y los personajes? Esos personajes que en Jim Botón y Lucas el Maquinista nos presentaron, nos detallaron y nos desarrollaron, en esta novela son cometas arrastradas por un huracán de acciones. Los personajes no se desarrollan, se empotran violentamente contra cambios forzadísimos.El primero es un sencillo cuento, una historia clara, sencilla y un desarrollo hermoso; el segundo es un caos con localizaciones múltiples, intereses cruzados, recuperación forzada de todos los personajes que aparecieron en el primero y de los que se añaden en el segundo... ¿Eso está mal? No, claro que no. ¿Qué le pasa entonces? Le pasa que el señor Ende intenta mantener el tono de cuento sencillo y la nave hace aguas.
Ya en el primero la credibilidad era la que era. Así se te impone. El mundo de Jim Botón funciona así, en una microisla de tamaño casa, con una locomotora flotante y con capacidad reproductiva y demás. Y me parece genial. En el segundo libro todo es mucho más «más». La aventura es mucho más llamativa, los personajes son mucho más valientes, la ternura es mucho más tierna, las desavenencias son mucho más marcadas, los villanos son mucho más cuantiosos, etc. Mal. Del precioso primer cuento se pasa a una pantomima en la que los problemas se desaparraman como piezas de puzzle y Lucas y el pequeño Jim se dedican a colocarlas a buen paso.
Viejos conocidos y nuevas sorpresas
Tengo mis dudas de si hay algún personaje con nombre del primer libro que no aparezca en el segundo. Creo que no, que están todos. Absolutamente todos. Y creo que todos afectan de forma evidente a la trama, son reutilizados e indispensables para esta segunda novela. A la vez que se presenta a las gentes del mar, nereidios y queloniántropos (Hombres Tortuga, en el libro tienen otro nombre) y a los 13 salvajes, aquellos secuestradores de niños que llevaban sus capturas a la Señora Maldiente.Ese es, para mí, parte del problema. La Señora Maldiente era un mostruo imponente, terrible, y los 13 Salvajes son un chiste. Los pintan súper terribles pero son un fiasco casi desde el principio. Ni tienen carisma, ni son especialmente temibles, ni nada; están ahí, de fondo, aparecen al final, los vencen de una forma sorprendente (realmente sorprendente, además Ende y Tripp juegan muy bien con este hecho, no creo que haya sido el único que comprobó los dibujos previos revelado el pastel). Y se vuelven buenos y se convierten en la guardia personal de Jim Botón, que en realidad es el hijo del Rey Baltasar. Pues vale.
Decisiones editoriales
Por lo que he leído, Michael Ende escribió ambos como un solo libro, una historia más o menos continua; pero la editorial decidió que era una obra demasiado larga para ser un libro infantil y pegó el machetazo.El segundo libro, pretendidamente más complejo (en realidad tiene muchas más acciones en muchos más sitios a la vez, pero resultan todas más forzadas que en el primero y solo se destila un aroma a imposición del cúmulo de coincidencias místico) pierde un poco la magia del primero y la suple con más aventuras. Las conversaciones son menos divertidas e irradian menos imaginación. El dragón dorado de la sabiduría resta gracia al libro con su actitud de «haced esto, y esto, eso no, y ya descubriréis el resto que no quiero estropearos la sorpresa», solo le faltaba añadir «que hay lectores al otro lado y si no se van a morir de hastío». Mal, señor Ende, el dragón es el Mal hecho tetrápodo.
Una cosa, no obstante, sobre la que me llamó la atención Luis, es que desde el prisma de que la primera entrega y esta formaban un todo, se entiende mejor que en este se cierren tantas tramas. Pero leyéndolos como dos libros separados, en cambio, se genera la sensación de obra apurada.
¡Hasta otra, señor Ende!
Nota: 4. El libro no es horrible, aunque por mi reseña pueda parecerlo, es solo decepcionante, el estilo no le sienta bien, el exceso de aventuras le sienta muy mal y algunos elementos chirrían estrepitosamente. Y no, no creo que le haga justicia a Jim Botón y Lucas el maquinista. Una verdadera lástima.
Otras obras de Michael Ende
—Jim Botón y Lucas el maquinista.
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