Esfera - Michael Crichton
Esfera es un libro del año 87. Me lo regalaron
en Julio del 98, cuando tenía 11 años (tantos como el libro) y lo devoré sin
pausa. Crichton ya me gustaba mucho de unos cuantos libros que me había leído
antes, pero Esfera fue, en su momento, el que más me gustó del autor. Y puede
que el que más me hubiera gustado hasta la fecha.
En esta relectura, 13 años después, el libro
sigue pareciéndome genial. En su género, claro. Esfera se divide (como otras
obras de Crichton) en cuatro capítulos: presentación de personajes,
presentación del problema, trato con el problema y resolución (a la cabeza me
viene Presa, que lo leí hace no mucho, donde este esquema encaja casi al
milímetro).
En el
océano.
Corresponde a la presentación de personajes.
Norman Johnson es un psicólogo que trabaja para la FAA tratando a los
supervivientes de accidentes aéreos de sus traumas y demás. Un día lo llaman de
la Armada de los Estados Unidos porque un avión se ha estrellado en el
Pacífico, cerca de Fidji y allá va él. Es 1 de Julio, y llega al lugar a
mediados del 2, tras 15 horas de vuelos casi ininterrumpidos. ¿Y qué lo recibe
allí? Una pequeña flota de barcos perdidos en mitad de ninguna parte.
Esa flotilla está sobre una recién descubierta
nave espacial extraterrestre, y para su investigación se ha elegido a un grupo
de investigadores en base a un trabajo que el propio Norman hizo hace unos
cuantos años porque se lo pagaban bien y quería comprarse una casa, el FDV, que
exponía cómo podía lidiarse con la aparición de una especie extraterrestre. El
grupo lo forman: Beth Alpern (zoóloga), Harry Adams(matemático), Ted
Fieding(astrofísico) y Arthur Levine (biólogo marino). Este último personaje,
por angustia a la estancia submarina ya no llega a descender.
En lo
profundo.
El equipo científico, acompañado del equipo
militar formado por el propio Barnes, en calidad de comandante, Jane Edmunds
como técnica de procesamiento, Tina Chan como técnica en electrónica, Alice
Fletcher como jefe de apoyo del habitáculo Satprof y Rose C. Levy como apoyo
del habitáculo, descienden hasta el habitáculo submarino, el DH-8. Una
construcción de 5 cilindros grandes
(separados por funcionalidad) unidos por pasarelas cerradas. Cerca se encuentra
la gigantesca nave varada. Entre ambos solo se interponen unos cuantos metros
de oscuro océano libre de vida a 300m de profundidad.
La exploración de la nave hasta el hallazgo de
la esfera es interesante y si uno ha ido atando las pistas puede que resulte
evidente (cuando leí el libro la primera vez no me di cuenta, la verdad; pero
puede que ahora, con mucha más cifi a mis espaldas si hubiera pensado algo
parecido). Después, tras el encuentro con la esfera... todo se precipita.
Por un lado tenemos el momento
contacto/volcado de memoria interna, al que se le van dando vueltas y vueltas
hasta el final del capítulo, la entrada en la esfera, el hallazgo de múltiples
formas de vida, la cada vez más extraña actitud de Harry Adams y las cada vez
más evidentes mentiras de Barnes; por otro tenemos el misterio que en todo
momento rodean a ese misterioso objeto, a ese «algo de otro planeta».
El
monstruo
Para el lector es, o me
lo parece, al menos, bastante evidente en todo momento que el grupo se enfrenta
a algo, algo que aún no comprenden o que no abarcan, pero algo... que existe,
que está ahí, quizá tan curioso como los propios habitantes del DH-8.
Y a partir de este
momento, sobre todo a partir del momento en que Harry consigue acceder a la
Esfera y la criatura que había en su interior intenta comunicarse con el equipo
del habitáculo, lo que pasa todavía a finales del anterior capítulo, nos
encontramos directamente sumidos en el trato con el problema, en el trato con
Jerry, un sujeto al que Norman describe como poseedor de una tipología
psicológica «Niño-Rey», caprichoso e incapaz de entender que sus deseos puedan
no ser satisfechos.
El poder
Este capítulo parte de la
explicación de los fenómenos del capítulo anterior —siempre dentro del encuadre
fantástico-cifi de la novela, por supuesto—, se toman las medidas oportunas y
se asiste a la cuenta atrás hasta el rescate. La mejor parte del libro, en
realidad, ya ha pasado; pero la sensación de agobio crece y crece según van
descontándose los minutos y, en general, refuerza la sensación de claustrofobia
del DH-8.
«00032125252632
032629 301321 04261037»
Los personajes.
Norman: el psicólogo del grupo es el más
neutral y, en muchos aspectos, maduro del grupo. No solo por su edad, lleva 20
años a varios miembros del grupo, sino, por supuesto, por su actitud. En la
mayor parte de ocasiones es el personaje que da la voz de la sensatez (que no
necesariamente de la inteligencia).
Harry: es el matemático y el experto en lógica,
y otra cosa no, pero el tipo es un portento. Arrogante y algo hostil por
momentos es la pieza de la que dependen todos los demás durante la mayor parte
de la investigación de la nave y, por momentos, parece demasiado por encima del
resto, lo que deja, por otra parte, alguno de los momentos más hilarantes del
libro (y no son pocos). Tras su entrada en la
esfera, su actitud se vuelve, en palabras de Norman y de Ted, en la de un
maníaco.
Beth: es la zoóloga del grupo y es una mujer
fuerte, voluntariosa e impulsiva. Entra un poco en el estereotipo de mujer de
Crichton, y, en menor medida (un poco cogido con pinzas, puede ser) a la esposa
del protagonista de Presa, aunque ahí el caso es, y lo acepto, bastante
distinto. Beth es una persona ansiosa cuyo mayor enemigo es la presión nerviosa
a la que se somete de forma algo tortuosa, pero es un personaje carismático.
Ted: el astrofísico está traumatizado con su
edad. Ronda los 40 y aún no ha hecho ningún gran aportación a la ciencia.
Envidia, muy claramente a Harry y tiene alguna que otra disputa con él (lo
siento, Teddy, no le llegabas ni a la suela de los zapatos, no sé cómo osaste);
Crichton lo usa para dar alguna que otra explicación sencillota de algún
concepto cifi (o ciencia tendiendo a la ficción, en el más optimista -friki- de
los casos). Largas parrafadas y detalles triviales sobre cualquier tema acaban
de completar al personaje.
Barnes: el comandante de la expedición tiene
una misión asignada y la quiere llevar adelante a toda costa, haya que mentir a
quien haya que mentir; haya que dejar morir a quien
haya que dejar morir. El bien de muchos... o sencillamente el deber, a
vuestra elección queda. Su trama de mentiras, en
realidad, empieza desde el primer momento, aunque empieza a desvelarse en torno
a la mitad del libro.
De algún modo, aunque no suela destacar estas
cosas, debo decir que el narrador se parece mucho a Norman. En realidad es un
tercera persona omnisciente completamente normal, pero como Norman se detiene
tantas veces a analizar las respuestas de la gente, a describir sus actitudes y
demás, no puedo dejar de pensar que resultan incómodamente parecidos.
Incómodamente, al menos, para tratarse de sujetos distintos.
Admito que siempre me cayó en gracia el detalle
del código escrito, me pregunto si habría llegado a descifrar algo si me
gustasen tanto esas cosas como para dedicarles un tiempo. Una vez explicado, al
menos, parece absurdamente sencillo; pero la verdad es que no estoy tan seguro
de que hubiera sido capaz de velrlo. Por otra parte, me gusta también cómo le
dan vueltas al mensaje una y otra vez, cómo una inteligencia completamente
distinta intenta comunicarse con otro usando una herramienta común.
Otro punto que me encanta es el tratamiento de
la psicología, desde gente neutral pero que cree en ella, gente pro- y gente
antipsicología; la novela consigue, por momentos, que la trama gire en torno a
la importancia —o falta de ella— que tiene. En ese aspecto, las discusiones
entre Ted y Norman —si es que se puede decir que este último discute— dan lugar
a algunas frases —pensamientos— entre graciosos y mordaces.
El capítulo final, en realidad, me deja sin
saber muy bien qué decir. Por una parte... pasan demasiadas cosas, la sensación
de opresión constante, en la que parece que nunca se acabarán los problemas,
pese a que cada vez queda menos tiempo es casi loable; pero también he de decir
que parte de esos problemas aparecen de forma algo forzada y empañan un poco el
desarrollo. Está bien, en el sentido de que es tenso e imprevisible; pero me
parece que prefiero los desarrollos algo más... normales. No obstante, el final-final del libro (0000 horas) me parece elegante y consecuente; es el que considero el único final válido para el libro, y me encanta. Además, creo que juega un poco a dejar un hilo abierto, en mano de Beth, de quien no se nos deja tan claro que haya... superado todo. Los que lo hayan leído supongo que entenderán a qué me refiero.
La traducción, de Daniel R. Yagolkowski, es
bastante mala. Supongo que, en esencia, cuenta la historia como es, aunque algunas de las referencias al código quedan directamente HORRIBLES, cuando unas veces se
refiere en inglés y otras en castellano en el mismo párrafo. No sé hasta qué punto sería mucho pedir, pero a mí me habría encantado que reescribiese el código según la fórmula que se explica en el mismo capítulo. La redacción, que es bastante antinatural —incluyendo algunos calcos brutales y despiadados como «tópicos» en lugar de «temas»— y algún que otro falso amigo —entre los que destaca un falso «eventualmente»— entorpecen y afean la lectura; además de alguna que otra estructura incorrecta y de otras que, sencillamente, no suenan a verdadera conversación en castellano:
«—¿Dónde está Tina?
—Tiene que hallarse con Barnes.»
¿En serio? ¿Tiene que hallarse? Quizá sean giros de algún país sudamericano, no lo sé; pero la sensación... rara, rara, oigan.
«—¿Dónde está Tina?
—Tiene que hallarse con Barnes.»
¿En serio? ¿Tiene que hallarse? Quizá sean giros de algún país sudamericano, no lo sé; pero la sensación... rara, rara, oigan.
Nota: 8,5. Dentro de su estilo de thriller novelesco con toques cifi es,
sencillamente, genial. Es una historia rápida y concisa, con descripciones bien
hechas —no bien escritas en castellano, ¿eh? Me refiero a que transmiten la
sensación de que todo estaba bien pensado y todo lo que está en el lugar es
presentado de antemano para que se puedan hacer cábalas—, con personajes
carismáticos y bien tratados. En mi opinión... flaquea el final y la forma de
tratar algunas cosas, pero me atrevería a decir que, sencillamente, «eran los
años 80». Os lo recomiendo sin dudar.
Otras novelas de Michael Crichton:
Latitudes piratas Nota 5,5.
Presa Nota: 9.El gran robo del tren Nota: 8.
Películas de sus libros:
El gran robo del tren.
Jurassic Park.
Una pregunta inocente, Carlos: ¿has visto la película? Si tienes tiempo, y ahora que tienes la lectura del libro "fresca" me gustaría saber tu opinión sobre ella.
ResponderEliminarLo pregunto, porque es uno de los pocos casos que recuerdo (tal vez 2001: Odisea en el espacio sea el otro) en que la adaptación al cine me pareció notablemente mejor que el libro. Aunque ambos me parecieron estupendos.
Admito que la película no la tengo fresca, así que puede que mi opinión no sea demasiado fiable.
ResponderEliminarEn su momento —sé que la película ya la vi en casa— en VHS, me pareció una película tirando a aburrida. Creo que se centraba más en la parte de acción y dejaba un poco olvidado lo que a mí me gustaba del libro.
Pero insisto, más de una década me separa de mi único visionado de la película. Le daré otra oportunidad y te comento ;)