Yendi. Duelo de rufianes - Steven Brust

Si tras leer la reseña de Jhereg la obra de Brust no despertó vuestro interés, podéis dejar de leer. Yendi, la segunda novela de la serie de Vlad Taltos da otra cucharada de molonidad (que no molaridad) del mismo tipo. Sigue la línea. Brust nos prepara otra sopa con la misma receta de velocidad frenética, tensión constante, amenazas de muerte, clímax seguido de clímax seguido de clímax seguido de clímax y de repente final. Porque así acaban las cosas, porque a veces el elemento en discordia no sabe plantear una defensa adecuada, porque los finales no tienen porque ser épicas batallas a la luz del atardecer o una pelea-carrera de taberna + callejones.



La historia de Yendi no es tan potente como la de Jhereg. Es más bien una contextualización, que le cae muy bien a su condición de precuela. En Jhereg, el ritmo es tan frenético que los personajes apenas tienen presentación. Sabemos que Cawti es su esposa, que Kiera es una gran ladrona dragaerana, que Aliera es una hechicera bastante buena, que la Nigromántica es una crack de la nigromancia y que Morrolan mola un puñado y es todo un Señor Dragón honorable y recto. En realidad sabemos poco más. La historia no da tregua y los personajes sólo enseñan cosas de sí mismos decidiendo. Eso es, en parte, lo que consigue ese efecto tan vertiginoso. Yendi, en cambio, nos presenta algo más la relación de Vlad con Morrolan y Alieran, cómo conoce a Cawti —y a su compañera «La Espada del Jhereg», Norathar—, nos cuenta, referenciado, cómo se hizo un hueco, cómo obtuvo sus primeros negocios y las desventuras que tal acontecimiento le produjo con un tipejo de su misma calaña llamado Laris.

La verdad es que, cuando lo empecé a leer, pensé que esa historia no iba a ser suficiente, que no se podría hacer mucho más que contar una historia normalita llena de información adicional para contextualizar el mundo y disfrutar más los demás libros. Pero no, me equivocaba. A pesar de que el argumento no es tan evocador como en Jhereg, sigue siendo una narración rápida y con carisma; con una lógica interna inabarcable por momentos —es difícil pensar como un personaje de Vlad Taltos, donde la intriga, la magia, la brujería, los sobornos, los contactos y demás se combinan en una espiral terrorífica... normal que Vlad sea paranoico— y con unos personajes interesantes y atractivos.

De forma, tal vez, ligeramente mitigada, Yendi nos ofrece la misma receta en otro escenario; en uno todavía más lleno de intrigas y misterio. Un duelo insidioso entre dos mafiosos asquerosos como son Vlad y Laris.

Nota: 8,5. El libro mola. Es un hecho. La narración es tan atractiva como en el primero, los nuevos personajes introducidos no desentonan (destacaré a Bastones, con su frase "No tiene futuro", al que no le puedo negar unos rasgos de PnJ cachondo) y la historia, si bien carece de la garra del primero, Brust consigue vendérnosla bastante bien y saliendo airoso.

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