Sons of Anarchy (4ª temporada) - FX

Necesitamos un tiempo entre la tercera y la cuarta tras la decepción que supuso el visionado de aquella. Juampa, un amigo, nos aseguró que la serie remontaba ya, muy a la carga desde el principio de la cuarta, pero necesitábamos recuperar fuerzas tras una temporada que prometió un festín para el recuerdo y acabó racaneando hasta la sal.


Cría cuervos...

La lucha de poder más bestia vuelve a las filas de SAMCRO. A pesar de tratarse de un asunto siempre de fondo en los Sons y de haberle dedicado una de las tramas principales de la segunda, cuando Jax intentaba guiar a los suyos hacia lo legal con la idea de dejar atrás los problemas en que se estaban metiendo, frente a la fuerte oposición de Clay y sus apoyos; es en esta cuarta temporada cuando todo se desata.

Tras los problemas de los Sons con el IRA en la anterior temporada y los 14 meses que la mayoría de ellos han pasado entre rejas (durante los cuales Jax ha sido apuñalado por los rusos), las cosas ya no funcionan todo lo bien que deberían. Por suerte, ahora los Mayans son aliados y les brindan protección en cuanto vuelven a la dura lucha por el tráfico de armas. La comisaría de Charming tiene nueva jefatura, y el sheriff es un experto en bandas. Sobre él se encuentra el ayudante del fiscal del estado, Lincoln Potter (Ray McKinnon, el fantástico sacerdote de Deadwood), que a través de la ley RICO planea hacer caer a un montón de bandas. De hecho, considera a los Sons más como medio que como fin en sí.

Lincoln Potter tira de todos los hilos a su alcance. Siempre.

Y por si fuera poco, Clay viendo que se acaba su tiempo al frente de los Sons y que no tiene tanto dinero como planeaba tener al término de su ajetreada vida laboral, introduce al club en un nuevo negocio: el del transporte de cocaína sin cortar para el cártel Galindo. Este será el poderoso y ruidoso motor que vuelva a generar una tensión insostenible entre los miembros, y aunque las negociaciones entre unos y otros parece que podrán mantener todo en su sitio, las deshonrosas acciones de Clay vuelven para acosarlo una y otra vez.

Hijos de la anarquía

Las tramas familiares, los descendientes de sangre, las esposas y novias, siempre han sido uno de los aspectos que más me hastiaron de la serie. Hay algo en esas tramas que hace que no funcionen todo lo bien que deberían. Por suerte, todo funciona muy bien cuando implica la sensación de familia del club de moteros. Los Sons se comportan muchas veces como una gran familia, incluyendo a Gemma, a Tara y a otras mujeres que de vez en cuando se imponen a los miembros del club; y esas tramas, que podríamos considerar familiares, funcionan a la perfección: las pequeñas traiciones, los pequeños rencores, los pequeños detalles que hacen que incluso los personajes más monstruosos (como Tig) resulten agradablemente cercanos en ocasiones... En el retrato del club y lo que lo rodea es donde destaca Sons of Anarchy y ha sido un placer que la serie vuelva a recrearse en ello.

Grandioso Piney. Siempre.

E incluso dentro de este ambiente, Kurt Sutter devuelve la serie al punto exacto que le ha dado mejores resultados hasta el momento. La apasionada lucha entre el joven Jax Teller y el presidente de los Sons, el incombustible Clay Morrow, nunca se dio de lado; pero solo fue eje principal en la segunda temporada. No obstante, en la cuarta se recupera el tema con más crudeza si cabe. Clay nunca ha sido tan abiertamente despreciable, tan directamente hostil con los miembros de su club. Su caída se ha completado. Ya no hay excusas, ya nada clarea su negrura.

Añadidos, grandes hasta el final

Pero lo que sin duda catapulta a esta temporada por encima de las demás son sus elementos añadidos. Así como el IRA prometía ser una delicia y acabó decepcionando completamente, esta vez las pequeñas pinceladas que dan color a la temporada han sido un completo acierto.

Por un lado tenemos al sheriff Eli Roosevelt (Rockmond Dunbar), que comienza siendo un policía aparentemente despreciable, pero que gana mucho según se desgrana la historia y dejan patente que la realidad no siempre es tan fácil como para poder juzgarla. Un personaje completo y lleno de luces y sombras, a veces el justiciero y a veces un títere en manos de Lincoln Potter, un hombre que a veces parece despiadado y que otro solo parece luchar por ser «uno de los buenos» en un mundo lleno de grises y de falsos.

Es la temporada de dar volumen a Juice. La verdad es que ya tocaba.

Por otro tenemos al tándem enorme formado por Danny Trejo y Benito Martínez, encarnando respectivamente a Romero Parada y a Luis Torres, jefe y segundo de la división del cártel Galindo en California. Dos tipos durísimos y sin escrúpulos con los que se puede contar para todo.

Al lado de estos dos, los de SAMCRO son un poco nenazas...

El golpe final, en que se informa a Jax y a los propios espectadores de que Galindo está al servicio de la CIA tumbando a los demás cárteles de la zona podría haber sido una chapuza, pero la forma en que trunca tantas tramas, en que destroza los planes de tantas facciones de un plumazo es una verdadera delicia. La desolación de Lincoln Potter que sí se merecía una victoria (pobre hombre, tras sus ardides con Otto Delaney y Juan Carlos Ortiz), la frustración de Jax que al fin tenía forma de sacar a su club de casi toda la inmundicia en que se habían metido...

Y además tenemos la historia de Clay. Clay con Jax y con su padre, Clay con Gemma, Clay con Tara, Clay con Piney. Esta, sin duda, es la temporada de Clay, pero hablar de su personaje en condiciones llevaría una reseña entera.

Nota: 10. Nada sobra en estos increíbles 14 episodios de Sons of anarchy. Ahora, ¡a por la quinta!

Otras temporadas de Sons:
Primera.
Segunda.
Tercera.
Quinta.

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