Bates Motel - A&E
Cuando se anunció una serie sobre el pasado de Norman Bates, el famoso asesino travestido de Psicosis, me esperaba una verdadera patraña. Una de las gordas. Uno de esos productos que producen arcadas y activan el chip de la vergüenza ajena de forma más extrema. ¿Estaban justificados mis temores?
Los Bates son una familia que se muda constantemente. El padre ha muerto y parece que la señora Bates no se siente cómoda en ninguna parte, huyendo siempre hacia otro lugar, reconstruyendo su vida en el proceso. Norman está en su adolescencia y necesita algo más de serenidad, un lugar donde crecer socialmente y donde asentar las bases de unas relaciones más maduras... pero Norman está absolutamente subyugado por su madre, que es controladora hasta el absurdo.
La relación entre ambos es uno de los ejes principales de la serie. Norman y Norma son dos personajazos que explotan al máximo desde el primer momento. Lo enfermizo de la relación, que por momentos parece rozar una sensualidad incestuosa es un motor que se alimenta a sí mismo.
A esto hay que añadir unos cuantos secundarios que aportan sus propias tensiones y que están bastante cuidados. A destacar el sheriff Romero (Nestor Carbonell, en un papel que le sienta como un guante), Dylan (Max Thieriot, que al principio parecía estar en la serie para que un hubiese un chaval guapete, pero pronto tiene buenas tramas y es un gran personaje), la profesora de Norman, la señorita Watson (Keegan Connor Tracy) y su actitud algo retorcida; y, por supuesto, Emma (Olivia Cooke), la preciosa jovencita con fibrosis quística. El ayudante del sheriff, Zack Sherlby (Mike Vogel, el capitán de Pan Am) también consigue un personaje bastante interesante, aunque en realidad no parecía especialmente potente. El resto de secundarios tienen un protagonismo, o detalle, algo menor, como Bradley (Nicola Peltz, estoy ahí para ser mona y tentar a Norman) y Abernathy (Jere Burns, estoy ahí para ser malo y dar miedo pero no parece que vaya a llevar a ninguna parte).
El hallazgo de una libreta con dibujos de torturas varias, la economía del pueblo, la sensación de que todo el mundo oculta algo que no se deja ver, que se insinúa siempre pero que es como un espejismo fugaz. ¿Qué pasa en ese pueblo que están todos enfermos?
Por otra parte, el traer la historia a nuestra época se hace muy raro en un principio, sobre todo porque creo que no se había notificado que sería así y yo, al menos, esperaba ver un preludio al personaje de Psicosis ambientado en los años 50. Como el pueblo es bastante raro, la tele en blanco y negro, la iluminación elegida que deslustra un poco la ropa, la decoración muy de abuela llena de marcos en los pasillos, los coches son viejos y demás, uno mantiene casi la ficción de que puede que estén a finales de los 50 o en los 60... y de repente Norman está escuchando música pop moderna en... un iPhone. Fue un poco shock, la verdad. A partir de ahí ya abundan las referencias a nuestro tiempo, aunque muchas veces jueguen con esa dualidad sesentera.
Cuando sabemos qué va a pasar con tanta claridad, es un poco más difícil implicarse, pero el caso es que Norman es un personaje muy cercano que tiene cosas con las que es muy fácil identificarse, por mucho que también haya grandes puntos de distanciamiento. Así consiguen que pese a todo, pese a que sabemos cómo acabará convertido en un psicópata aficionada a la ducha, sintamos lástima por él. Es difícil no querer darle una palmadita en la espalda y animarlo a hacer vida normal, a echarse una novia y superar la dependencia que tiene con su agobiante madre.
Los personajes con los que se cruza, muchas veces desde la óptica de rivales y otras veces desde la óptica de aliados (algunos personajes ocupan ambos roles según las circunstancias, como su propio hermanastro Dylan) dan color a Norman y a sí mismos. Dylan es un personaje que crece mucho moviéndose siempre en una línea entre el bien y el mal, entre la apatía y el interés emocional. Joven, sincero y harto de los tejemanejes de su madre, Norma; pero incapaz de sobrevivir solo ahora mismo. Emma, la chica buena enamorada de Norman, que carga con una terrible enfermedad y espera trasplante de pulmón para estirar un poco su corta esperanza de vida como oposición a Bradley, la chica rubia y arquetípicamente mona (Emma es más guapa, en mi opinión, pero la bombona, los tubos intranasales y su terrible enfermedad juegan terriblemente en su contra), una adolescente confundida pero no especialmente buena persona ni especialmente enamorada de Norman, que está que se muere por sus huesos. Muy a la manera adolescente, vaya.
Los personajes se alimentan bien unos a otros y consiguen que la serie consiga un todo muy funcional, elegante y de calidad. No llega a plantar cara de verdad a las grandes series del cable premium, no estamos ante un producto que mire de igual a igual a Tronos, Breaking bad y demás; pero sí ante uno resultón y mucho mejor que casi toda su competencia.
Nota: 7,5. Bates motel es una serie interesante, fuerte y bien llevada que puede apuntar más alto en sus próximas temporadas, que ha lucido un terror mucho más psicológico y profundo que la más gore, visceral y en el fondo simple American horror story, aunque claramente se ha aprovechado del éxito de esta para encontrar su nicho de mercado. Mis felicitaciones, el remake ha sido, aunque retorcido, muy digno
En los anuncios no se notaba, pero la adaptación se desarrolla en esta época. Con móviles, Google y todo.
La madre sobreprotectora
Norma Bates (una asombrosa Vera Farmiga que desde el primer capítulo consigue dar vida a la ultrasobreprotectora madre de Norman, que en las escenas más tensas consigue insinuar que estará presente en los Emmy luchando por su premio) y su pequeño Norman (Freddie Highmore, el chaval que protagoniza Charlie y la fábrica de chocolate de Tim Burton, quien resulta perfecto para el papel, con esa sonrisa tímida y esa irradia tristeza, con esa maldad trastornada que sabemos que oculta...) se mudan y empiezan a adecentar el Seafairer, ahora motel Bates.Los Bates son una familia que se muda constantemente. El padre ha muerto y parece que la señora Bates no se siente cómoda en ninguna parte, huyendo siempre hacia otro lugar, reconstruyendo su vida en el proceso. Norman está en su adolescencia y necesita algo más de serenidad, un lugar donde crecer socialmente y donde asentar las bases de unas relaciones más maduras... pero Norman está absolutamente subyugado por su madre, que es controladora hasta el absurdo.
Una familia de lo más normal.
La relación entre ambos es uno de los ejes principales de la serie. Norman y Norma son dos personajazos que explotan al máximo desde el primer momento. Lo enfermizo de la relación, que por momentos parece rozar una sensualidad incestuosa es un motor que se alimenta a sí mismo.
A esto hay que añadir unos cuantos secundarios que aportan sus propias tensiones y que están bastante cuidados. A destacar el sheriff Romero (Nestor Carbonell, en un papel que le sienta como un guante), Dylan (Max Thieriot, que al principio parecía estar en la serie para que un hubiese un chaval guapete, pero pronto tiene buenas tramas y es un gran personaje), la profesora de Norman, la señorita Watson (Keegan Connor Tracy) y su actitud algo retorcida; y, por supuesto, Emma (Olivia Cooke), la preciosa jovencita con fibrosis quística. El ayudante del sheriff, Zack Sherlby (Mike Vogel, el capitán de Pan Am) también consigue un personaje bastante interesante, aunque en realidad no parecía especialmente potente. El resto de secundarios tienen un protagonismo, o detalle, algo menor, como Bradley (Nicola Peltz, estoy ahí para ser mona y tentar a Norman) y Abernathy (Jere Burns, estoy ahí para ser malo y dar miedo pero no parece que vaya a llevar a ninguna parte).
El motel y sus aledaños
Pero gran parte del potencial de la serie, y esto podíamos suponerlo previamente, es que conocemos el escenario y es muy fácil activar el recelo, el miedo o la repulsa de un espectador que asocia hechos a sitios. El motel Bates (antes Seafairer) es un lugar de mal. Es uno de esos emplazamientos sacrílegos y sabemos que no va a salir nada bueno de él. Los que hacen la serie también lo saben y ya en el primer capítulo tenemos asalto, violación y muerte sin movernos del motel.El hallazgo de una libreta con dibujos de torturas varias, la economía del pueblo, la sensación de que todo el mundo oculta algo que no se deja ver, que se insinúa siempre pero que es como un espejismo fugaz. ¿Qué pasa en ese pueblo que están todos enfermos?
Me encanta este pueblo. Ñam, ñam. ¡Raaaark!
Por otra parte, el traer la historia a nuestra época se hace muy raro en un principio, sobre todo porque creo que no se había notificado que sería así y yo, al menos, esperaba ver un preludio al personaje de Psicosis ambientado en los años 50. Como el pueblo es bastante raro, la tele en blanco y negro, la iluminación elegida que deslustra un poco la ropa, la decoración muy de abuela llena de marcos en los pasillos, los coches son viejos y demás, uno mantiene casi la ficción de que puede que estén a finales de los 50 o en los 60... y de repente Norman está escuchando música pop moderna en... un iPhone. Fue un poco shock, la verdad. A partir de ahí ya abundan las referencias a nuestro tiempo, aunque muchas veces jueguen con esa dualidad sesentera.
Norman, el pobre Norman
Pero una de las cosas más impresionantes es, sin duda, cómo consiguen que el espectador se apiade del futuro asesino. Norman es un chaval con problemas evidentes (muy evidentes, de hecho). Sobreprotegido y aparentemente cómodo en esa sobreprotección, con alucinaciones y estallidos de furia ocasionales... Norman muestra indicios ya del camino que sabemos que va a recorrer.Cuando sabemos qué va a pasar con tanta claridad, es un poco más difícil implicarse, pero el caso es que Norman es un personaje muy cercano que tiene cosas con las que es muy fácil identificarse, por mucho que también haya grandes puntos de distanciamiento. Así consiguen que pese a todo, pese a que sabemos cómo acabará convertido en un psicópata aficionada a la ducha, sintamos lástima por él. Es difícil no querer darle una palmadita en la espalda y animarlo a hacer vida normal, a echarse una novia y superar la dependencia que tiene con su agobiante madre.
Venga, Norman, go, go, go!
Los personajes con los que se cruza, muchas veces desde la óptica de rivales y otras veces desde la óptica de aliados (algunos personajes ocupan ambos roles según las circunstancias, como su propio hermanastro Dylan) dan color a Norman y a sí mismos. Dylan es un personaje que crece mucho moviéndose siempre en una línea entre el bien y el mal, entre la apatía y el interés emocional. Joven, sincero y harto de los tejemanejes de su madre, Norma; pero incapaz de sobrevivir solo ahora mismo. Emma, la chica buena enamorada de Norman, que carga con una terrible enfermedad y espera trasplante de pulmón para estirar un poco su corta esperanza de vida como oposición a Bradley, la chica rubia y arquetípicamente mona (Emma es más guapa, en mi opinión, pero la bombona, los tubos intranasales y su terrible enfermedad juegan terriblemente en su contra), una adolescente confundida pero no especialmente buena persona ni especialmente enamorada de Norman, que está que se muere por sus huesos. Muy a la manera adolescente, vaya.
Los personajes se alimentan bien unos a otros y consiguen que la serie consiga un todo muy funcional, elegante y de calidad. No llega a plantar cara de verdad a las grandes series del cable premium, no estamos ante un producto que mire de igual a igual a Tronos, Breaking bad y demás; pero sí ante uno resultón y mucho mejor que casi toda su competencia.
Nota: 7,5. Bates motel es una serie interesante, fuerte y bien llevada que puede apuntar más alto en sus próximas temporadas, que ha lucido un terror mucho más psicológico y profundo que la más gore, visceral y en el fondo simple American horror story, aunque claramente se ha aprovechado del éxito de esta para encontrar su nicho de mercado. Mis felicitaciones, el remake ha sido, aunque retorcido, muy digno
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