El tren de las 3:10 - James Mangold

Esta es una de esas películas que tenía por casa y que dudaba seriamente que llegase a verla salvo que el destino se retorciese mucho. El caso es que hubo un sábado que pareció retorcerse lo suficiente (con mi personaje de 7º Mar fuera de combate, y acompañado del otro espadachín del grupo —perdido y separado del grupo de juego—, mientras el resto continuaba la aventura) y decidimos empezar a verla. La verdad es que nuestra ausencia de partida duró solo 40 minutos y no acabé de ver la película, pero habiendo constatado ya que no era tan mala como la portada parecía insinuar, darle una nueva oportunidad fue mucho más asumible.


Dan Evans (Christian Bale) es un ranchero al que le falta una pierna tras su paso por la guerra. Es un hombre acuciado por las deudas con un hijo que parece culparlo de la frágil situación de la familia. Ben Wade (Russell Crowe), por otra parte, es un asaltador de diligencias. Él y su banda han costado a la construcción del ferrocarril un buen dinero (creo que se dice que 400 000 dólares). El destino une por primera vez a estos personajes cuando Dan y sus hijos presencian el último asalto de Ben y este les roba los caballos para que no puedan alertar a las autoridades, aunque se los deja moderadamente cerca. La segunda vez que el destino les une, poco después, Dan será uno de los tres encargados de custodiar al peligroso Ben Wade hasta el tren que lo llevará a la prisión de Yuma.

Un asombroso reparto

El tren de las 3:10 es un remake de una película homónima de 1957. Esta vez encabezan el reparto Christian Bale y Russell Crowe. El primero está sorprendentemente certero y convincente (cosa rara, en mi opinión), y Crowe está tan carismático y duro como siempre que hace de hombre curtido (en otros personajes más normales no luce tanto). Los secundarios cumplen muy bien con sus papeles, Gretchen Mol (Nivel 13, Life on Mars, Boardwalk Empire), Alan Tudyk (Firefly, Suburgatory) y muchos secundarios de películas como Peter Fonda y Ben Foster, que consigue uno de los personajes más grandes de la película, el afeminado, cruel y veloz Charlie Prince; la mano derecha de Wade.

Charlie Prince es, sin ninguna duda, mi personaje favorito. Leal, eficaz, serio y letal.

Aunque lo cierto es que los personajes dejan un poco que desear. Quizá no de entrada. La primera mitad de la peli, aunque alguno podría comentar que es un poco lenta, está muy bien. Es efectiva, los personajes son creíbles cada uno a su manera, sus personalidades molan. Pero según avanza la película, hay puntos que dejan a uno con cara de incomprensión absoluta. Por ejemplo:
Ben Wade es un tío súper despiadado, que se jacta de matar gente como de quien pela pipas, pero le damos un tenedor para que coma. Claro, luego la lía; porque le damos un tenedor pero tampoco prestamos especial atención a si lo deja en su sitio cuando las cosas se tensan. Bravo.
Ben Wade se va haciendo progresivamente majete (mata a los indios que los amenazan y vuelve con los que lo llevan preso, ¿para qué va a huir?), hasta que acaba siendo muy majete ¡¡¡y se carga a los suyos porque mataron a Dan!!! O algo así. ¿Pero qué coño...?
Más tarde Wade comenta que ya se ha fugado un par de veces de Yuma, entonces ¿por qué esa insana obsesión por salvarlo antes de coger el tren? ¿Es por hacer el paripé mafiosil?

Puro espectáculo...

El caso es que unos cuantos puntos aparte, de los que podría discutirse su lógica interna, la película cumple muy bien. El tren de las 3:10 busca ser un entretenido pasatiempo, un western de aventuras con duelo de personalidades, del bien contra el mal, de la honradez contra la villanía. La lógica no es tan importante, porque Mangold nos quiere contar una historia de egos, nos quiere dar un héroe y un villano, y eso es lo único que importa. Todo está enfocado de forma que los personajes queden contrastados y resulten a la vez interesantes y heroicos. Cada uno a su manera.

Dan Evans (dcha.) y el patán de su hijo.

Supongo que, precisamente por eso, Ben Wade es como es. Supongo que es la razón fundamental de sus frases más macarras, de su actitud casi siempre impasible, su sonrisa socarrona y la violencia implícita que lo rodea siempre, excepto cuando está dibujando. Supongo que también por eso se hace especial hincapié en la actitud de Charlie Prince, en su mirada dura y asqueada, en su desagradable y afeminada sonrisa; o en la presencia fría y honorable de Dan, en su voz calmada, dura... pero algo cargada de rencor; en las duras miradas a su insoportable hijo mayor. Esas actitudes, ese lucimiento de los personajes parece ser la única intención de la película; eso y llegar al tren que lleva a Yuma.

...y cómo se desinfla

Pero la verdad es que según nos acercamos hacia el final de la película, hacia el tren... la credibilidad del espectador se ha ido resintiendo hasta el punto de que se empieza a tomar los hechos a cachondeo. En general todo lo que pasa en el pueblo en el que van a hacer que Wade coja el tren es un poco extraño de más. Vale, que es un western de aventuras, de que el género es como es y todo lo que Mangold, sus guionitas o los creadores de la película original quieran; pero el caso es que llega un momento en el que uno se ríe.

Y es una lástima, porque la película tenía bastante potencial y lució, de hecho, una primera mitad bastante interesante. Pero conforme se acerca al final esas virtudes se han ido perdiendo, los personajes acaban resultado demasiado caricaturescos y aunque la película ha resultado entretenida, y a su manera divertida, se despide con una sucesión de acontecimientos decepcionante que empaña el resultado general.

Pero incluso en el peor momento de la peli contamos con el carisma de Crowe. Menos es nada.

Nota: 6. El tren de las 3:10 es una película digna, un western con momentos brillantes, bien rodada y con un reparto excelente. Tristemente no es capaz de mantener el tipo hasta el final, decae, y se despide en, probablemente, su momento más bajo.

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