Troya - Wolfgang Petersen

Troya es una de esas películas que pareció levantarse con mal pie. Por alguna razón mucha gente la detesta. Sin más. Puede ser por lo lenta que es a ratos, por lo exagerado de Aquiles (a mí Pitt me gusta mucho, pero creo que en esta película dista mucho de conseguir una gran actuación), porque Orlando Bloom es insultante y soso incluso para alguien tan ridículo y despreciable como Paris; hay diversas razones posibles, pero el caso es que Troya es una de esas películas que, generalmente, caen gordas. Yo, personalmente, quiero romper una lanza (qué apropiado, ¿eh?) por ella.


Empezaré diciendo que, en realidad, las dos horas y media que dura la cinta me resultan algo excesivas; quizá veinte minutos o media hora menos jugasen en su favor; pero a lo largo de esos 150 minutos presenciamos un grato intercambio de épicas frases, trepidantes escenas de lucha y una envidiable paisajística (con algún momento, muy concreto, algo descuidado).


Paris (Orlando Bloom), hijo segundo de Príamo (Peter O'Toole), rey de Troya, es un pichabrava, un maleante e innoble huésped que seduce a Helena (Diane Kruger), la mujer del rey de Esparta, Menelao (Brendan Gleeson), y se la lleva con él de vuelta a Troya, para sorpresa y enfado del primogénito Héctor (Eric Bana), que es quien tiene que poner la cara por las acciones de su hermano pequeño. El rey de Esparta, víctima de la humillación, pide ayuda a Agamenón (Brian Cox) para ir a recuperar su honor perdido, y este accede, más por el interés de conquistar las tierras troyanas que por ayudar a Menelao. Para asegurarse la victoria, Ulises (Sean Bean) convence a Aquiles (Brad Pitt) para que este y sus mirmidones tomen partido por la causa helena; hambriento de leyenda, de un nombre grabado para siempre en la memoria colectiva, Aquiles accede. Y los griegos atacan Troya, en un desembarco de Normandía que inician una veintena de mirmidones comandados por Aquiles.

El bravo y psicópata Aquiles.

Nos encontramos ante un reparto cumplidor pero desigual. Brad Pitt no está en su mejor papel, no desluce pero tampoco destaca, aunque tal vez esa plana ultraexageración de Aquiles era parte de la idea del personaje. De hecho me gusta mucho que tienda a quedarse con el brazo extendido, apuntando con la espada, y su gesto desafiante; acaba siendo como un sello del personaje, y creo que es muy apropiado. Entre los distintos reyes, creo que el premio es para Peter O'Toole, aunque tal vez se deba a que le han dado al personaje más humano y al que tiene que lidiar con sentimientos más complejos. Eric Bana consigue a un Héctor bastante creíble y con el que resulta fácil empatizar; pero el actor que se come sus escenas es Sean Bean, esto es tan así que a veces resulta un poco lesivo para la película en general; Brad Pitt, por ejemplo, que cumple con su papel y del que no tengo mayor queja, parece un secundario de paja cuando discute con Ulises.

El astuto Ulises.

Wolfgang Petersen dirige con maña, sin especial lucidez pero con maña, esta película llena de extras y de batallas, que alterna acción y tranquilos diálogos entre las sábanas casi a partes iguales. Las coreografías de combate están bastante conseguidas en los uno contra uno (aunque algunas se resuelvan a un solo golpe se ven lucidas), especialmente en el duelo entre Aquiles y Héctor a las puertas de Troya; duelo en el que, por cierto, los actores se negaron a usar especialistas. Algunos recursos, como el cambio de coloración (mucho más fría) de la imagen cuando los mirmidones se retiran de la batalla o el regreso a tonos más cálidos cuando vuelven me parecieron una gran idea, pero lo cierto es que la escena es tan apurada que los cambios (más el primero que el segundo, todo sea dicho) parecen algo precipitados.

El honorable Héctor.

El guión, de David Benioff, me parece, realmente, un gran trabajo. Puede que quedase oculto bajo las batallas, bajo el clamor de las espadas y bajo el peso de su apabullante reparto, pero creo que es el guión el que mantiene esta nave a flote en todo momento. Benioff consigue una historia muy épica y a la vez cercana, consigue volver a hablar de temas mil veces trillados y entretener y, sobre todo, consigue que unos diálogos tan recargados no suenen ridículos. Troya suena a épico cantar, suena a gloria de leyenda; pero se mantiene cercana y sin caer (que era lo más fácil) en el ridículo más teatrero.

La hermosa Helena y el ruin, miserable, mal invitado y poco viril Paris. Un Arquero, menuda nenaza...

La música es épica y adecuada, aunque despunta pocas veces por encima de la imagen. James Horner hizo un trabajo digno, pero creo que carece de brillo y de personalidad. Una banda sonora más entre otras muchas.

"Dices que quieres morir por amor, pero no sabes nada de la muerte... y no sabes nada del amor"

Curiosidades:
—El caballo de Troya que se usó en la película se regaló a Turquía y lo tienen expuesto en la verdadera Troya.
—Wolfgang Petersen no quería ninguna actriz para Helena; no quería que esta apareciese en la película porque era imposible que estuviese a la altura de las expectativas que se tenían sobre el personaje. Los productores de la película exigieron que hubiese una Helena y al final escogieron a Diane Kruger. Admito que aunque a mí Diane Kruger en esta película me encanta y me parece preciosa, la idea de no poner a Helena me parece grandiosa. Atrevida, suicida quizá, pero me habría parecido, sin duda, un detallazo genial.

"¿Sabéis que es lo que nos espera ahí, tras esa playa? ¡La inmortalidad! ¡Es vuestra, cogedla!"

Nota: 6,5. Troya no es una gran película, pero es un más que aceptable pasatiempo. Dura algo más de dos horas y media y tiene una considerable sucesión de momentos y frases épicas. ¿Su mala fama? Salvo que se deba a los cambios introducidos sobre La Ilíada y La Odisea (que ahí no me meto) me parece algo injusta. Es una digna película «de griegos».


Otras películas de Wolfgang Petersen:
La historia interminable.
Das boot (El submarino).

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