Barry Lyndon - Stanley Kubrick
Hemos dosificado mucho el pack de Kubrick que nos llegó a casa el 22 de octubre del año pasado. Casi una peli cada mes y medio, aunque habría que añadir ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú a las películas que vimos de este director en ese periodo. Postergamos Barry Lyndon hasta tan tarde, supongo, debido a sus 185 minutazos, pero un domingo, con una tarde que amenazaba lluvia (y cumplió) parecía un día perfecto para sumergirnos en el mundo del siglo XVIII de Stanley Kubrick.
Redmond Barry, el pusilánime arribista
En el primer acto, Redmond Barry es un joven irlandés enamorado de su prima Nora. Cuando descubre que se va a casar con un rico soldado inglés, el capitán Quinn, reta a este a duelo y lo mata. Tras esto, Barry huye de su pueblo y se alista en el ejército inglés hasta que descubre que Quinn sigue vivo y está casado con su amada prima. En ese momento, Redmond deserta y se va por el continente adelante, donde distintas vicisitudes acaban por alistarlo primero en el ejército prusiano y, más tarde, al servicio del caballero de Balibari con el que inicia una vida de jugador profesional. Finalmente, conoce a la condesa de Lyndon, la seduce y, tras la muerte de su esposo, la desposa.
Kubrick recurre tanto a los planos ultradistantes que acaba resultando raro... ¡pero es que todo es tan bello!
Tras el intermedio se inicia el segundo acto, con un Redmond Barry ya transformado en Barry Lyndon. Su vida de trepa le ha permitido llegar a la media nobleza, que no está nada mal. Si antes era un pusilánime, egoísta y despreciable, como noble agranda sus rasgos. Su larga historia de trepa miserable ha estado llena de aventuras, pero ahora es Barry Lyndon y ya no hay nada más que trepar, ya solo tiene que extender la mano y coger lo que quiera. Como noble es un inepto, como esposo es un farsante (solo le interesaba el título y dejar embarazada a la condesa), como padrastro es un monstruo... pero como padre es un hombre tierno y cariñoso. Rasgos exaltados.
La magia de un gran cineasta
Lo cierto es que Barry Lyndon peca de larga. Es demasiado larga y tiene secuencias en las que el ritmo está completamente ahogado, pero todo está tan soberbiamente filmado, aprovecha tan bien la música y la fusiona tan elegantemente con la imagen... que casi todo pasa a un segundo plano. Cerca de nosotros solo queda la impresionante magia de Kubrick: queda el increíble vestuario (oscarizado), la increíble selección de escenarios (oscarizada), la increíble música (oscarizada), la increíble fotografía (oscarizada) y la increíble dirección (no oscarizada, el premio se lo llevó Milos Forman por Alguien voló sobre el nido del cuco al igual que el Oscar a la mejor película).
Marisa Berenson nunca ha estado tan hermosa. Ay, Barry, cómo te importó más el ego que Lady Lyndon. ¡Qué mujer!
El caso es que, premios aparte, uno siente de manera contundente que se encuentra ante un producto de formas perfectas. El envoltorio de Barry Lyndon no es bueno, es magnífico. Un reparto adecuadísimo, magistralmente vestido y maquillado (esos pomposos nobles se quedarán en mi mente mucho tiempo, con sus lunares pintados y sus chaquetas llenas de chorreras), la banda sonora en la que destaca el uso recurrente de la Zarabanda de Händel que suena incluso en una versión muy agravada de sí misma, además de Vivaldi, Schubert, Bach, Paisiello y el grupo irlandés The Chieftains que colabora con varias canciones, como Woman of Ireland. Y a la altura de la música, decía, está la hermosa fotografía, toda con luz natural (de ahí la notable oscuridad del filme) usando tres lentes del programa Apollo de la NASA para las escenas en las que solo había un puñado de velas. A Kubrick le gustaba apostar fuerte.
La zarabanda de Händel suena tanto que acaba siendo una especie de complicidad con el espectador, mientras Barry prosigue su infame escalada y posterior caída social. Es un personaje tan despreciable... Una lección a toda esa panda de antihéroes que ahora se han puesto de moda. Barry es un protagonista absolutamente criticable, no tiene un vínculo con el espectador (con la mayoría de espectadores, que seguro que, al menos, se consideran buenas personas, honradas... o algo). Barry es escoria. Barry es traición. Barry es un trepa miserable, odioso y pusilánime. A Barry solo se le dan bien los duelos.
Nota: 7,5. Barry Lyndon es, sin duda, una buena película, pero su excesiva duración le pasa factura. Hay escenas que resultan demasiado largas, como si no tuviesen nada que ofrecer realmente y hay otros temas a los que se les da la patada a medio explotar. Otro verdadero logro de la técnica para uno de los maestros del cine del siglo XX, pero esta vez, no todo funciona tan bien como en 2001.
Otras películas de Kubrick:
—Lolita.
—El resplandor.
—La naranja mecánica.
—La chaqueta metálica.
—¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú.
—2001: una odisea del espacio.
Escena rodada con la única luz de ese puñado de velas. Increíble.
La zarabanda de Händel suena tanto que acaba siendo una especie de complicidad con el espectador, mientras Barry prosigue su infame escalada y posterior caída social. Es un personaje tan despreciable... Una lección a toda esa panda de antihéroes que ahora se han puesto de moda. Barry es un protagonista absolutamente criticable, no tiene un vínculo con el espectador (con la mayoría de espectadores, que seguro que, al menos, se consideran buenas personas, honradas... o algo). Barry es escoria. Barry es traición. Barry es un trepa miserable, odioso y pusilánime. A Barry solo se le dan bien los duelos.
Nota: 7,5. Barry Lyndon es, sin duda, una buena película, pero su excesiva duración le pasa factura. Hay escenas que resultan demasiado largas, como si no tuviesen nada que ofrecer realmente y hay otros temas a los que se les da la patada a medio explotar. Otro verdadero logro de la técnica para uno de los maestros del cine del siglo XX, pero esta vez, no todo funciona tan bien como en 2001.
Otras películas de Kubrick:
—Lolita.
—El resplandor.
—La naranja mecánica.
—La chaqueta metálica.
—¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú.
—2001: una odisea del espacio.
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