99 francos - Jan Kounen
99 francos es una película francesa basada en un libro compatriota que se titulaba originalmente «99 francs» pero que llegó a nuestro país
bajo el título de «13,99€».
Frédéric Beigbeder escribió 13,99€ bajo una estructura si no
recuerdo mal, que es un libro que debo de haber prestado y que ahora no
localizo, de capítulos titulados: Yo, tú, él, ella, nosotros, vosotros, ellos.
En la película de Kounen, con Dujardin al frente del reparto, la estructura se
mantiene. El pronombre correspondiente aparece en pantalla anunciando el inicio
de cada capítulo.
Si alguien espera una exhaustiva comparación con la novela,
puede dar media vuelta. A decir verdad no recuerdo gran cosa de ella, así que
me centraré en la película. Únicamente.
99 francos (el título del libro se tradujo, pero el de la
peli no. En serio.) es una película caótica y provocadora. Dura 100 minutos, y
le sobran unos cuantos. A veces cae en una provocación casi infantilmente
enrabietada y otras en algo toscamente soez... pero otras veces, muchas veces,
cae en una mordacidad despiadada y en una náusea arrogante y elegantemente
planteada.
La última cena por el reparto de 99 francos.
La película nos presenta a Octave Parengo, un creativo de
una importante agencia publicitaria que lleva una vida de decadencia llena de
putas y drogas. Octave es engreído y arrogante, o cree que debe serlo y lo interpreta.
Es algo que no me queda del todo claro. Octave interpreta el papel que se
espera de él, porque si no lo hace no será respetado como creativo. En
cualquier caso, harto de que gente que no tiene ni idea le diga cómo ha de
hacer su trabajo... se rebela. Hasta
ahí. El resto ya es destripar la peli sin ganar nada a cambio.
«Cuando va al dentista no le dice cómo debe hacer su trabajo. Aquí
igual, debe confiar en nosotros.»
99 francos es una perfecta mezcla de comedia y crítica, de
atrevimiento y tragedia. Lo cierto es que si no llego a haber leído el libro
(que mal o bien, algo recordaba) no habría sabido por dónde me iba a salir en
ningún momento. La película es errática y, por momentos, algo confusa, lo que
ayuda a situarse en el mundo de arrogancia y estupefacientes en el que habita
Octave. Es el mundo de la publicidad, todo y nada es verdad. Todo es humo y
voluntad.
«Soy quien decide qué querrá usted mañana.»
Dujardin hace un trabajo estupendo, a decir verdad. El
peinado engominado hacia atrás, las gafas de pasta, esa actitud de asquerosa
superioridad, de divina arrogancia.
Sucio y elegante, y asqueroso y desquiciado y adicto. Pero qué carismático es
el francés este. Jocelyn Quivrin, que murió en 2009 en un accidente de
tráfico con 30 años, interpreta a su amigo y director artístico, un
infantilizado alternativo, rebuscado que se pasa el día buscando vídeos chungos
por internet. Por último, la preciosa Vahina Giocante hace de la voluptuosa
Sophie, una delicia de mujer y de desnudo, un personaje interesante —algo
frivolizado por momentos (pero un mal necesario para que la película no se extienda
más allá de sus 100 minutos)—.
La forma de grabar la película es extraña, aunque
difícilmente podría ser más adecuada. Pronto, ya en los primeros minutos, Jan
Kounen ha creado el estilo de la película. Es tan exagerado y extraño que en
las primeras escenas ya ha dejado claro que apuesta por un estilo de videoclip
lleno de voces en off, de vídeos de
fondo, de mezclas de cosas que están pasando y cosas que no.
Momentos:
—El inicio: por un lado con el cartel publicitario de «Les
produits petrochimiques français», con la playa y la pareja abrazada en la
arena y esa isleña arboleda a la derecha. Pero no el inicio de por sí, si no
por el final alternativo de la película, que da coherencia (si es que se le
puede llamar así, que me parece un poco arriesgado) a este inicio, y un pequeño
nuevo giro. Por otro lado con la caída. Ya tenemos los dos principios. Y los
dos finales. Una delicia de doble círculo. En serio.
—Los reflejos de Octave (Dujardin) en el espejo, cuando se
trata del propio Beigbeder. ¡Gracias, Maxime, por la información!
—El momento drogadicción máxima que da término al capítulo
«yo», con varios Octave en un supermercado, rayas y rayas de coca y el cristo
volador y...
—El anuncio danés de la chocolatina y la intromisión de
Octave Parango. Aquí ya ha caído en la más absoluta perdición.
—Pues no era el momento de drogadicción máxima, que os lo
habíais creído: el momento de drogadicción máxima con Octave al volante y
viendo dibujos animados. Ese es mucho más máximo. Y mejor.
—El anuncio en directo. Grande. No digo nada más.
El final.
Reconozco que mi concepto de final es el primero. Yo daba la
película por cerrada. El anuncio final podía echarse igual, podía construirse
de otra manera, pero el segundo final, que ocupa los 10 últimos minutos de
película no me satisface. Demasiado alegre para el tono oscuro, sucio y
autodestructivo que ha tenido toda la película, sencillamente. Aunque ese
pequeño guiño a La delgada línea roja y el volver a encontrarnos a la hermosa
Sophie (con su vástago, por cierto) le quitan un poco de malignidad al asunto.
Nota 7: la película está bien. Tiene un gusto demasiado
notable por las escenas desagradables, por los efectos de las drogas y por lo
chabacano, pero sin perder de vista la intención crítica de la historia.
Irradia acidez y odio, que es lo que se pretendía y, de vez en cuando, destila
un humor de color entre gris oscuro y negro dependiendo del momento.
Personalmente, a pesar de sus carencias y de sus considerables fallos, me
parece una película bastante recomendable para los que quieren ver una película...
diferente. O retorcida.
que interesante chicos está esto!
ResponderEliminarGracias, Anni. Me alegro de que te guste :).
ResponderEliminarPor favor, alguien puede decirme cómo se titula la canción final coral del final alternativo por dios que frustración!!! ^^
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