Aldous Huxley - Un mundo feliz
La obra del inglés Aldous Huxley me ha dejado un sabor de boca agridulce. Si bien la obra se defiende digna y cualitativamente, el final me ha resultado ligeramente decepcionante (refiriéndome a la parte de John).
Esperaba encontrarme una distopía, ya que suele encontrarse esta obra asociada a otras como 1984, el caso es que, en gran medida, me resultó utópica: un mundo donde todos son felices. Luego ¿cuál es el problema? A lo mejor... que viven engañados, como si nosotros no lo hiciésemos, a lo mejor que los predestinan... pero si ellos no lo sienten así ¿qué tiene de malo? Particularmente, es mi visión de la sociedad perfecta, así que la crítica contra las bases del libro va a quedar demasiado subjetivadas por esta triste opinión personal.
El libro nos plantea un mundo basado en estamentos claramente delimitados: alphas, betas, gammas, deltas y epsilones. Cada uno de estos tendrá sus responsabilidades y cargos y todos ellos son felices con sus ocupaciones, ya que desde que son fetos insertos en botes (no tienen un desarrollo vivíparo como tal). La educación se hace por procesos repetitivos (Creando axiomas) y por procesos hipnopédicos, todo ello contribuye a la consecución de un mundo sin dudas, sin quejas, sin problemas; un mundo donde todo el mundo es feliz en su propia concepción de felicidad, no piensan en libertad ni en ver más allá; sólo viven y son felices. En este mundo feliz se nos presenta a alguien que no es feliz, Bernard Marx, un alpha + (clase alta, alta) que vive amargado porque no está al nivel físico de las demás personas de su categoría y las mujeres no lo escogen para sus juegos sexuales (es una sociedad libertina, y Bernard Marx es bajito, no es un Adonis, y además es retraído, seguramente como consecuencia de lo anterior). Vive “enamorado” (dudo que sea tal cosa, pero bueno) de Lenina Crowne (¿Marx y Lenin?) y la corteja a su manera. Cuando consigue un permiso para ir a una reserva de salvajes que Lenina quiere ver, la lleva allí imaginándose un viaje perfecto; pero allí encuentran todo lo que trastocará el libro hasta sus últimas páginas: el medio para que Marx se vengue del DIC (un cargo de la ciudad con el que no se lleva demasiado bien). Los salvajes son obscenos, sucios y vivíparos (las tienen todas, vaya), pero hete aquí que una de las salvajes era ciudadana del Mundo Feliz, y su hijo es hijo del DIC, y esa es la forma de hundirlo... “¡¡hijo!!” ¡¡hijo vivíparo, vaya!!: una aberración, un insulto a los ojos de Ford (equivalente a Dios). A partir de aquí la trama se complica: se despiertan los sentimientos de Lenina por el salvaje, del salvaje por la libertad, la historia y el pasado, de Helmholtz por encontrar algo más y de Bernard Marx por escalar socialmente.
El final del libro lo podría dividir en partes:
- la exquisita: la explicación que fundamenta toda esta sociedad utópica/distópica.
- la adecuada: el desenlace de Marx y Helmholtz
- las sobras: lo que sucede con John... en fin, tantas páginas hablándonos del condicionamiento y de la hipnopedia y de no se qué, para que al final suceda algo totalmente acondicional, pero que intenta hacerlo pasar por tal (es posible que muchos no penséis así, pero esa explicación de “compañerismo condicionado” me pareció muy falta de consistencia y un tanto sacada de la manga, ya que segundos antes ese “compañerismo” acaba de ser utilizado como papel higiénico).
La sensación general es la de un libro más que correcto planteado elegante e inteligentemente. En mi opinión no está al nivel de 1984 que me pareció mucho más sólido, estructurado y “vivo”, no obstante es ameno, entretenido y “fresco”. A pesar de que considere que las 5 últimas páginas prostituyen un poco lo descrito anteriormente, sí me quedo con la sensación de haberme encarado con un buen libro.
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