Neil Gaiman - The Sandman: El sueño de los Justos

Hace ya unos años que lei The Sandman por primera vez. En aquella ocasión me había parecido, sin lugar a dudas, un gran cómic, uno de los mejores que había leído nunca, junto a alguna cosilla de Alan Moore como V de Vendetta. Lo releí alguna vez más, siempre encontrando más y más detalles, que apoyaban mi teoría de que me encontraba ante una pequeña obra de arte. Una de las perlas más brillantes del género, una historia que nunca me defraudaría. Y así fue.


Hoy tuve en mis manos, otra vez, el primer volumen, que recopila los siete primeros capítulos de la historia: El sueño de los justos, Anfitriones imperfectos, Sueña conmigo, Una esperanza en el Infierno, Pasajeros, 24 horas y Ruido y furia.

Y así, con cariño y la agradable sensación de volver a encontrarse frente a una de las historias que han marcado a uno, me senté a leer El sueño de los justos (Sleep of the just en su versión original), aquel tímido principio, la entrada a una historia que tendría, finalmente, muy poco que ver con lo que caracterizó y encumbró a The Sandman.

En general, hay que decir que todo Preludios y Nocturnos se aleja del resto de The Sandman, aunque la opinión de diversas personas indica que creen que el punto de inflexión se sitúa en 24 horas, el mismo Neil Gaiman situó ese punto en El son de sus alas (el primer número del segundo tomo: La casa de muñecas).

El sueño de los justos trata de como la Orden de los Antiguos Misterios, liderada por autodenominado Rey Demonio, Roderick Burguess, una organización ocultista en Inglaterra convoca a Sueño en un círculo mágico del que no puede salir, aunque su verdadera intención era encerrar a Muerte. Su encierro desembocará en la llamada enfermedad del Sueño, alteraciones del sueño normal de los humanos: unos no vuelve a dormir, otros no vuelven a despertarse, otros viven en un estado de sueño que se altera una o dos veces al año, o cada diez años.

Especialmente emotivas son las referencias continuas a los durmientes de la tercera página: Ellie Marsten, la niña a la que le estaban leyendo un cuento; Daniel Bustamonte, el niño jamaicano que sueña con un castillo en las nubes; Steffan Wasserman, un niño de 14 años que mintió para alistarse en el ejército, pillándole la Primera Guerra Mundial; y Unity Kinkaid quien dormida en su cama, en Londres, sueña con un "hombre alto y oscuro" con ojos que "arden en su cabeza como estrellas".

La liberación de Morpheo en las últimas páginas devuelve la situación a su cauce y nos muestra un personaje lejos de la piedad a niveles absurdos que suelen mostrar otros personajes más alegres, más jóvenes, más heroicos. Se venga, condena a una vida imposible, a un letargo permanente hundido en pesadillas al hijo del que lo había encadenado 70 años atrás. Supongo que, en cierto modo, ese toque oscura impregna todo el resto de la obra, de un modo u otro, aunque no siempre de modo tan obvio.

Algunos ya lo habréis leído, muchos no; y deberíais, es una obra que no se dejaría dejar pasar.

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