Juego de tronos - Temporada 7



Como cada temporada, Juego de Tronos ha copado los titulares seriéfilos durante las semanas que ha estado en emisión: siete episodios de mucha acción y sorprendente ritmo que han levantado apasionados debates sobre qué es o cómo debe ser un clímax, sobre si importa más hacer algo molón o algo coherente y sobre qué pintoresca y larga ruta han elegido los Caminantes Blancos para llegar al Muro.


Leed esta entrada bajo vuestra responsabilidad, porque alberga terribles y despiadados spoilers.


Un brevísimo contexto

Daenerys de la Tormenta acaba de llegar a Poniente con sus consejeros, sus Inmaculados, su horda dothraki y sus tres dragones, lo que hace que a los Lannister en Desembarco le entren los calores, porque además no viven su mejor momento de financiación. En el norte ha vuelto a proclamarse un rey, que ahora es Jon Nieve, el bastardo de Ned Stark, porque tras haber muerto y resucitado, cual Mesías o superhéroe de DC, ha perdido los votos que lo unían a la Guardia de la Noche. Aún más al norte hemos visto que los Caminantes Blancos se dirigen hacia el Muro, dispuestos a arrasar el continente, pero lo hacen sin prisas y huyendo de las autopistas, para disfrutar de los nevados y fríos paisajes norteños.



Velocidad, clímax y tensión

Desde este peculiar inicio, si algo ha caracterizado la temporada es la sensación de ritmo, de velocidad. Hasta el momento, las temporadas de Juego de Tronos han repetido un esquema por el que dedicaba dos terceras partes de la temporada a colocar fichas en el tablero para resolver las tramas en tres episodios y medio muy contundentes; pero esta última temporada, salvo excepciones puntuales, han decidido presentar elementos y resolverlos desde el principio.

Qué señora… ¡¡Qué señora!!
© HBO 2017



Los defensores del viejo formato suelen quejarse de que se aleja del tono habitual de la serie o de que las acciones poco presentadas evocan menos, que ya no emocionan; y los defensores del nuevo formato se amparan en que los clímax deben tener más ritmo. Es curioso, porque en realidad no es que pase mucho más de lo habitual, pero el montaje elegido hace que la causa y la consecuencia se muestren a continuación o casi. En una obra en la que seguimos a varios personajes separados geográficamente y en la que la narración no es perfectamente cronológica, salvo que se nos diga cuánto tiempo ha pasado, no tenemos forma de saber cuánto ha sido. Los personajes de Tronos no han empezado a teleportarse. Antes partían en un episodio y no sabíamos nada de ellos hasta cuatro capítulos después; ahora nos enseñan la salida de un sitio y la llegada al otro en el mismo episodio. A veces en la escena siguiente. Pongamos por caso ese momento en que Bran, con su consciencia metida en unos cuervos, espía al Rey de la Noche y, preocupado, decide enviar cartas a distintos lugares para avisar de su aproximación al Muro. Si esto hubiera pasado en el primer episodio y las cartas hubiesen llegado a su destino dos o tres episodios después, la sensación habría sido muy diferente. No es que hayan empezado a teleportarse, es que se ha reordenado la narración para que causa y consecuencia resulten más evidentes, para producir la sensación de que se van resolviendo las cosas.

Calma, Desdentao, calma… Te voy a dar una caricia y luego vamos a buscar a Astrid, ¿vale? A Dany, digo. ¡Uy, el lapsus!
© HBO 2017



Esto, por un lado, puede ser más ameno; por otro, transmite menos. Con el formato que Juego de tronos usaba antes, muchos hechos se dejaban madurar y crecían en las mentes de los espectadores. La nueva estructura que ametralla acciones, sinceramente, me resulta bastante aburrida. Los hechos se presentan y se resuelven sin pausa, y las tramas no llenan y no calan.


Juego de tronos ha dejado atrás esos largos diálogos, donde residía gran parte de su fuerza (aunque quedó alguno, como la despedida de Olena Tyrell o alguna reunión de Dany con sus consejeros), para mostrar un enorme despliegue de efectos especiales y escenas de combate. La clase de enfoque que, hasta hace no mucho, era casi exclusivo del cine, que era donde un creador podía permitirse tal despliegue. El problema es, claro, hacerlo a costa de los aspectos donde el producto destacaba, los que lo hacían grande.


¿Se han dado todos un golpe en la cabeza?

No sé si les han echado algo en el agua o todos sufren una extraña conmoción cerebral, pero repentinamente muchos personajes parecen haber cambiado bastante. ¿Recordáis cuando Tyrion era inteligente? Not anymore. ¿Cuando Cersei no era capaz de articular un pensamiento más complejo que decidir qué iba a cenar? Not anymore. ¿Cuando Bronn era un tío movido únicamente por la pasta? Not anymore. ¿Cuando las Serpientes de Arena no eran idiotas? Ay, disculpad; eso en la serie nunca pasó.


Reconozco que de todos los cambios un poco drásticos solo me ha gustado la templanza recién adquirida por Cersei, a la que parece que pasearse en pelotas por Dubrovnik y deshacerse de sus enemigos más próximos le ha sentado de maravilla. Cersei parece ser, al fin, el personaje que creía ser hace años. Cersei se ha convertido en una candidata al trono potente, inteligente y, gracias a R’hllor, interesante.


Daenerys parece haber recuperado la adolescencia de golpe, quizá afectada por el mismo bacilo que tanto tiempo sometió a Cersei, y ha encadenado una serie de decisiones desastrosas, algo caprichosas y de moralidad cuestionable. Si tuviese que decidir basándome solo en lo visto en esta temporada, diría que Cersei es mejor candidata al trono que la Targaryen, la verdad.

—A ver, niño, ¿cómo te digo esto? Hinca la puta rodilla de una vez, cojones ya.
© HBO 2017



Tyrion, el brillante estratega cuya inteligencia siempre se ha alabado, se ha olvidado de que lo era, y ha encadenado algunos diálogos bastante vergonzosos (no sé cuántas veces ha repetido que estaba todo el tiempo borracho, pero juraría que en algunos capítulos no dijo otra cosa) y ha diseñado unos planes ilógicos completamente movido por el corazón. Lo peor de todo es que el Gnomo reconoce ante Jon saber que es un plan de mierda. Bueno, no; lo peor de todo es que ni Davos, ni Varys (el informadísimo de Poniente) ni nadie le cantan las cuarenta.


Arya ha tenido algunas escenas tan cutres que parece que la hayan entrenado en Dorne. Me he pasado toda la temporada rezando a los Dioses Antiguos para que todo fuese un engaño que hiciese que Meñique moviese ficha y descubriese sus insidias (y así ha sido), pero contando los poderes que tiene Arya incluso esa posibilidad es un poco cutre. Arya, la que se carga familias enteras; Arya la que viste rostros… haciendo bullying a su hermana durante casi siete horas. Ay, señor. Se hizo duro, la verdad.


Arqueros contra caminantes

Sé que ya he avisado de que se avecinaban spoilers, pero este epígrafe entero es la madre de todos ellos, así que si no habéis visto la temporada quizás de verdad prefiráis absteneros de leerlo.

—Un plan brillante, Jon…
—Mira, Thoros, como no te calles te vamos a dejar aquí.
© HBO 2017



El caso es que en un momento un poco absurdo, los siete magníficos (Jon, Tormund, El Perro, Beric, Thoros, Jorah Mormont y Gendry) y un grupo de minions sin nombre cruzan el Muro para capturar un no muerto y mostrárselo a Cersei para convencerla de que la guerra entre humanos debe ser detenida hasta que se resuelva esto. ¿Quién no se fiaría de la palabra de Cersei? No, a ver, ¿quién? Pues el caso es que cruzan el Muro, atacan a unos no muertos, pero cuando matan a un Caminante ven que un montón de no muertos caen en pedazos. Contando que hay un puñado ínfimo de Caminantes y que al destruirlos se esfuman los no muertos a sus órdenes, parece que con las minas de obsidiana y un grupo medio grande de arqueros no va a haber gran problema. Claro que ahora los Caminantes tienen un dragón, aunque al menos no es el grande que estaba quieto, y sobre el que estaban todos los humanos, no; es otro, que tampoco era plan de reventar la serie.


Lo de Euron

¿Le ha pasado a la serie algo peor que este pichabrava arrogante y sin carisma? Creo que Euron es peor que el filtrado de los capítulos y que los larguísimos meses de espera hasta que llegue la temporada final. Ha sido presentado tan rápido y tan cerca del final que dudo que le importe a alguien. Ha llegado tarde, es un personaje que sobra, que no transmite.

—Ya verás Cersei, que soy mu' malo y estoy mu' loco
© HBO 2017



Joffrey y Ramsay podían ser tan cabronazos como él, incluso peores; pero nos los presentaron con tiempo. Dejaron que nuestro desprecio madurase y produjese un destilado especial, personal para cada espectador. Euron no, Euron llegó y aplastó en quince minutos. Por eso, quizá, cada escena en la que aparece es una pedrada al texto: a nadie le importa, nadie se siente alcanzado por él. Es como cuando un máster en una partida de rol usa el dedo de Dios para forzar una situación o matar a un personaje. Euron representa todo lo que está mal en una narración.


Lo de Sansa

Esto es a lo último que voy a hacer referencia en esta entrada. No es tanto problema de la serie como mi valoración sobre el fenómeno Sansa. Esta temporada ha ganado un montón de fans y, quizá por el sesgo de la gente a la que sigo en twitter, apenas he leído a sus detractores, aunque por la insistencia con que se les criticaba, supongo que siguen existiendo y que son tan encarnizados como siempre.


La verdad es que en esta guerra estoy en la Hermandad sin Estandartes. No creo que hasta el momento Sansa haya sido un personaje demasiado estimable, más allá de la pena que nos pueda haber dado la sucesión de penurias por la que ha pasado. Parecía que su gran logro era ser la Stark a la que mejor se le da la política; pero era un logro bastante menor, porque Jon, Bran y Arya eran cualquier cosa menos personajes de corte. Durante gran parte de esta última temporada Sansa no acabó de ser capaz de explotar las virtudes y aprovecharse de los defectos de los demás, aparentemente guiada por la ambición de un posible reino propio (que Arya le recrimina cual matona de instituto). Sansa, en ese aspecto, se parecía más a Robb, un mal Stark, que a los demás. Uno está dispuesto a perdonar errores y tonterías cuando están motivadas por buenas intenciones, pero la avaricia de Sansa, o su absoluta incapacidad para gestionar los ánimos revueltos (lo que negaría su saber hacer político) no caló tan bien, como debería haber pasado con la traición a la palabra dada de Robb que pone en peligro a todos. No obstante, la resolución de la trama de Arya y de Sansa ha salvado los bártulos de ambas con bastante acierto y la brújula moral Stark de Sansa ha sobrevivido a la temporada, con lo que espero que las críticas hacia ella vuelvan a la gruta del odio irrazonado.

—Tengo un plan, pero para llevarlo a cabo tenemos que parecer tontas de remate 24/7.
© HBO 2017



Los Stark no son personajes avispados; pero casi todos son honorables por encima de su seguridad. Jon y Eddard incluso mueren por hacer lo que consideran honrado, lo que despierta, en general, simpatía por ellos. Pese a su falta de astucia, se aprecia su intención noble. Estamos ante el caso de si solo importa ganar o si importa cómo se actúa; ante las dudas de si el fin justifica los medios y de si en política vale todo. Estamos, en definitiva, ante una cuestión de formas, como cuando Tyrion le destaca a Dany que no puede ser como los anteriores, que no puede ir por ahí quemando a la gente con los dragoncitos; porque eso es la vieja política, los viejos errores, el reinado de la violencia. Esto se aplica a todos. No trata de vencer, sino de cómo vencer; no de reinar, sino de cómo reinar. Habla de moral, lo que probablemente entronque en el ser humano contrario al Rey de la Noche, el fuego contra el hielo y el bien contra el mal. La fantasía heroica de toda la vida que viene a cerrar las tramas en su caballo blanco del verano.


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