Fringe, 2ª temporada


Edición del 14 de Septiembre de 2012

Fringe


Fringe es una de esas series que me cayeron en gracia desde el principio. Por un lado tenía su temática cifi, que siempre es un punto; por otro tenía un reparto magnífico, un grupo sólido dentro de las premisas que mueven la serie y por otro tenía un apartado audiovisual prácticamente inmejorable.







Tras la reedición de la publicación sobre la primera temporada, y viendo que la de la segunda era casi igual de escueta y que de la tercera, directamente, no había nada publicado, decidí arreglar eso también. Hoy vamos con la segunda.


La mano de cartas


Fringe ya ha enseñado sus cartas. La serie tiene, más o menos, los mismos ases que en su temporada de inicio, pero ciertamente el equipo que se encargaba de la serie ya tenía claro cuál era el punto cuando se pusieron a grabar la segunda. Y es que Fringe tuvo algo de experimento en la primera, con ese «patrón» que no parecía acabar de centrarse del todo. Pero en la segunda toda esa presentación imprescindible ya está hecha. Los personajes son conocidos, los hechos básicos están en la mesa y el espectador ya ha olfateado los platos. Ahora, no obstante, llega el sabor. Nuestras bocas ya habían tenido una ensoñación de a qué sabía esta serie, pero esta vez querían que el sabor inundase las papilas gustativas del espectador. Y allá fueron.


La trama empieza con la constatación de algo que solo se había insinuado. En Fringe existen dos universos (tal vez más, pero dos mínimo) muy similares. Tienen la misma geografía y los mismos habitantes, pero todo tiene pequeños cambios. Los cielos del otro universo (los estadounidenses, al menos) están surcados por estilosos zepelines, la estatua de la libertad tiene color rojizo y alberga al Ministerio de Defensa, la madre de Olivia sigue viva, pero su hermana no y nunca dejó descendencia. Broyles sigue casado y tiene una familia feliz. Massive Dynamics no existe. Detalles. Meros detalles. En general parece que en el otro lado tienen una tecnología mucho más llamativa que la de este, aunque otras veces dejan claro que en ciertos campos pierden la partida investigadora.


El placer de los cabos atados


La estructura que ya conocemos se mantiene. Casos sueltos que ahora ya parecen, de algún modo, más encaminados. El espectador ya sabe que muchos casos se refieren a aquellas locas investigaciones de Walter Bishop y William Bell, sabemos que Massive Dynamics no es transparente y Nina Sharp menos, que Olivia es la perfecta investigadora y que su niñez con el tratamiento de Cortexiphan va a tener importancia. Sabe muchas cosas... y al mismo tiempo todavía desconoce casi todo. Esta segunda temporada, no obstante, da casi todas las claves de la serie. Se sigue dando alguna después, claro; pero la segunda temporada de Fringe es la que conforma el esqueleto básico del argumento principal. Y es una preciosidad.



Pero lo mejor de todo, sin ninguna duda, es ver que Fringe va atando sus cabos; que no siguen abriendo incógnitas como si no hubiera un mañana y estuvieran absolutamente drogados. La serie coge sus viejas dudas y las que van surgiendo y le va dando sentido a todo, le da cohesión a todo. Y eso es un gustazo. Un ramalazo de paz, tras los paseos argumentales y los saltos absurdos de fe de otras series (¿recordáis Perdidos y su loca carrera hacia delante, sin apenas mirar atrás? No lo digo como algo malo, la serie de los isleños me gustó, pero lo cierto es que Fringe deja, sin duda, una sensación mucho más redonda).


Las perlas (y las antiperlas)


Esta temporada tiene verdaderas perlas entre sus capítulos. Quizá las más destacables, visto en perspectiva, sean los impresionantes capítulos Terrícola (Earthling), Peter y Tulipán blanco (White tulip). Recuerdo que la primera vez que vi la serie habría añadido a esta lista de momentos perfectos los dos últimos capítulos de la temporada, El otro lado: parte 1 y parte 2; pero volviéndolo a ver he llegado a la conclusión de que eran más grandes por las líneas maestras que presentaban para el futuro que como capítulos en sí.
—Terrícola es un capítulo elegante, muy redondo, con referencias a los típicos conflictos EEUU/URSS de la vieja escuela. El efecto Fringe es precioso, la música excelente y el desarrollo perfecto.
—Peter empieza sorprendiendo con una cortinilla retro en la que algunas de las tecnologías fringe de las que aparecen son tan graciosas como cirugía láser, ordenadores personales o fecundación in vitro. Tras este gracioso guiño nos encontramos ante uno de los capítulos más explicativos de toda la serie, sin aburrir, sin despistar. Una lección magistral de cómo hacer una precuela en 40 minutos, Lucas; mira y aprende.
—Tulipán blanco se mete en camisa de 11 varas. Es verdad que a mí la referencia a la divinidad me parece que a la serie le pega muy poco. En Fringe, personalmente, opino que no cabe otro Dios que la investigación, el valor, la inmoralidad y la suerte; pero eso no quita que el trepidante desarrollo del episodio, que el duelo de intelectos de estos dos titanes deparen varios de los mejores momentos que la serie ha mostrado hasta el momento. Un capítulo excelente.

Por otra parte tenemos dos cosas que no me han gustado nada. No me gustaron la primera vez y, sinceramente, tampoco me han gustado esta: Desenterrado (unearthed) y Betty marrón (Brown Betty).

—Unearthed es el capítulo traspapelado; ese que deja al espectador con gesto confundido cuando Charlie Francis, que lleva muerto un buen número de capítulos, aparece como si tal cosa. Hablo de Desenterrado (unearthed), un episodio concebido para la primera temporada, que FOX no emitió y que decidió encasquetar en mitad de la segunda temporada aunque ya no tuviera ningún tipo de sentido y se cargase, de hecho, la continuidad argumental de la serie. Con un par, que se dice.
—Betty marrón me consta que tiene un buen número de fans. Admito que tiene un estilazo increíble, un fantástico juego de colores y un aire de novela negro exquisito; es cierto. Pero a mí, personalmente, no puedo evitarlo; me parece un relleno burdísimo. Fue parte de una semana temática de FOX debida al éxito de Glee, si no recuerdo mal, en la que otras series del prime time de la cadena exhibieron un capítulo musical. Desconozco el resultado en otras de las series (me consta que Bones fue otra de las afectadas), pero el resultado musical de Fringe me parece sinceramente esperpéntico. Cierto es que no hay demasiadas canciones, pero cada una de las que hay me parece una pequeña herida para el capítulo, que es un cuento, una fábula con la que Walter entretiene a la sobrina de Olivia en el laboratorio mientras ella va a trabajar. Esa es la premisa, y el cuento es solo eso, una bonita historia soft-fringe protagonizada por Olivia y Broyles.

El capítulo no me llama mucho, pero el toque de cine negro... mola mil.

Betty marrón, cabe decir, fue el capítulo especial de la temporada, y se emitió como 2x20, aunque en realidad era un 19, como el especial de la tercera y el especial de la cuarta. Un evidente guiño a La Torre Oscura (que sí, que os lo digo yo; todo es 19). Como FOX encasquetó un capítulo de la primera que no venía a cuento, pasó a constar como episodio 20, pero otras cadenas que emitieron la serie (y que obviaron echar el absurdo episodio 11, numeraron correctamente el capítulo musical. Desde aquí mi agradecimiento de seguidor de la Torre).



Nota: 9,5. La temporada es muy, muy buena. ¿Por qué no el 10? Por las antiperlas. Desenterrado puedo considerar que no existe, al fin y al cabo ni iba aquí; pero Betty marrón está ahí, empañando una temporada que, por lo demás, me parece prácticamente intachable.


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