Los tres mosqueteros - Alejandro Dumas

Los tres mosqueteros es una de las más conocidas novelas de aventuras. D’Artagnan, Porthos, Athos y Aramis son casi leyendas del género. Sea por la lectura de la obra de Dumas, por sus adaptaciones (cualquiera de las películas o series, que incluye una versión de dibujos protagonizada por perros) o por sus remakes (como La guardia fénix, de Steven Brust), todos tenemos una visión más o menos clara de sus personajes; de esos héroes a caballo entre el honor y la bravuconería macarra, y de unos villanos pérfidos encarnados en Richelieu y Milady; pero ¿realmente los dibuja de ese modo la obra original?

El rey, el cardenal y los hombres que los sirven

Considerando que un héroe es la virtud personificada, es evidente que ni los tres mosqueteros ni su amigo D’Artagnan lo son realmente. Aun con la más amable de las valoraciones, nos encontramos con unos matasietes con ganas de escaramuzas y de demostrar su superioridad; con unos chulos de playa con espada al cinto, vaya. Los mosqueteros se baten con los enemigos del rey, sean estos ingleses o agentes del cardenal; y con cualquiera que se meta con ellos. Son, recurriendo otra vez a este término coloquial, unos macarras. Unos macarras organizados y venidos a más. Podríamos decir lo mismo de muchos hombres del cardenal, es cierto; pero es que ellos son los malos y su escasa virtud no parece dejarlos tan en entredicho.

Athos, Porthos y Aramis
El hombre de la máscara de hierro

El rey y el cardenal Richelieu están inmersos en una silenciosa lucha de poder, pero el monarca no acaba de enterarse. Los dos son niños caprichosos entregados a sus intrigas; pero el cardenal es un hombre astuto y aplicado; y el rey, un incompetente timorato, salvado de su inutilidad por unos cuantos seguidores abnegados. Otras fuerzas participantes de este juego de tronos son igualmente caprichosas y poco dignas, como el duque de Buckingham, arriesgándolo todo por un lío de faldas, o la propia reina. No hay bien en este tablero; el cardenal es considerado el malo por oponerse al deber o a los intereses de los protagonistas y por usar herramientas indignas (como el asesinato); pero los caprichos de los nobles envían a miles de personas a la muerte y los mosqueteros ayudan a que ese engranaje siga girando.

Porthos, Aramis, Athos y su nuevo amigo

Incluso dejando aquí el tema, la frontera entre los héroes y los villanos de Los tres mosqueteros resultaría bastante difusa. Pero hay más: Aramis, con su vida de mentiras, con ese supuesto camino recto en pos de la vida eclesiástica, y ese hatajo de amantes casadas; Porthos, que tima a su amante (también casada) para que le pague equipo y montura; Athos, que ahorcó a su mujer cuando vio que llevaba la marca del verdugo, y, por supuesto, D’Artagnan, al que le vamos a dedicar un párrafo aparte porque el muchacho se lo merece.

De verdad, hay versiones muy raras
Los tres mosqueteros (2011)

A bote pronto uno puede recordar el romance del joven gascón con Constance Bonacieux, la mujer de su arrendador (sí, lo de interesarse por mujeres casadas es una constante de Los tres mosqueteros), o la altanera facilidad con la que reta a duelo a todo el mundo; pero eso no es nada para D’Artagnan. Su infamia toca techo en su atracción por Milady, mientras desaparece la pobre Bonnacieux. Milady es partícipe de muchas intrigas, como agente del cardenal; y responde a los coqueteos de D’Artagnan como hace con otros. El gascón, molesto, intercepta el correo dirigido a uno de ellos y, a través de la criada de Milady, con la que inicia una aventura para aprovecharse de ella, se hace pasar por el otro. Esto, ya bastante indigno en inicio, despunta cuando se hace pasar físicamente por él para acostarse con Milady en la oscuridad. Fingiendo ser otra persona, sí. El protagonista. El héroe. ¡La hostia! Milady, la mala; D’Artagnan, el bueno. O algo.

El mal y el bien

Es curioso que unos hayan pasado al imaginario como héroes y otros como villanos, aunque seguramente las adaptaciones hayan tenido algo que ver. Es increíble que, con el material de Dumas, los agentes del cardenal se consideren particularmente peores que los mosqueteros de Tréville. Cualquiera de ellos ha matado a un sinfín de gente, muchas veces por las razones más peregrinas. Richelieu, además, pese a esa avidez de poder; parece el único dirigente cabal y con intenciones honradas para el futuro de Francia. Parece el más íntegro de todos ellos, lo que tampoco es un gran mérito. Esto, en parte, hace que considerar que los mosqueteros son buenos y, por oposición, los agentes cardenalicios son malos resulte más sangrante.

Que en la adaptación animada, Milady sea un gato mientras todos los demás son perros, es un poco chocante. Pero es que Milady se merecía más, para compensar.
D'Artacan y los tres mosqueperros

Y después está el caso de Milady, la mano derecha del cardenal: ladrona, asesina, diplomática y lo que haga falta. Considerada villana porque matar al servicio de Richelieu está mal, pero al servicio del rey, no. Athos la ahorca (pero no consigue matarla), D’Artagnan abusa de ella y, al final, el grupo de amigos, el concilio heroico, se autoproclama jurado y verdugo y la ejecutan. Ellos. Los buenos. No obstante, Milady es mala por comportarse como los protagonistas, como el cardenal o el rey. Es curioso cómo se condena a unos y se exculpa (o se encumbra) a otros.


Dejando esto a un lado, Los tres mosqueteros es una obra amena, rápida y muy moderna, una lectura llena de acción, aventuras y de palabras tan afiladas como los aceros con que constantemente se matan unos a otros. Una lectura muy muy disfrutable.
  

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