The Shield (5ª temporada) - FX
The Shield muestra en esta temporada el verdadero potencial de la serie. Nos encontramos ante la temporada más tensa, ante la más bruta, la más divertida y la más épica. Como si Shawn Ryan y su equipo se hubieran dedicado a introducir elementos en la serie en temporadas anteriores para tener material para hacer esto. ¡Qué fantástica temporada!
Bueno, puede que no literalmente, pero lo cierto es que el planteamiento de esta temporada deja un enemigo mucho más cercano que los Byz Lat y que los armenios. Esta temporada vuelven los de Asuntos Internos, y esta vez vuelven con armamento pesado de verdad, no como aquella chica de la segunda temporada a la que prácticamente hicieron vacío; esta vez han mandado a un tío obsesivo e implacable, meticuloso y profesional, que se oculta bajo una fachada de sonrisas y camaradería: el teniente Jon Kavanaugh (un fantástico trabajo de Forest Whitaker). Kavanaugh va a por Vic y lo hace a lo grande. El teniente cuenta con todo el apoyo de la cúpula —entre ellos David Aceveda, por supuesto; que siempre está metido en el ajo si se trata de ir a por Mackey— y es un hombre entregado que ya ha tejido parte de su red. Y empieza por Lem. Nuestro adorado Lem.
Por si fuera poco tenemos jefe nuevo en la comisaría de Farmington. La verdad es que tras el descarte de Claudette y el rechazo de Wagenbach creo que no debíamos esperar nada especialmente honroso, pero creo que nunca imaginamos a nadie tan, tan cutre. El detective Billings, ese hombre infantil y con problemas de autoestima se pone al mando. Y pasa lo que pasa, claro. Billings no tiene buenas ideas, no es buena persona, no es buen jefe y no lo hace bien. Pero eso no es una sorpresa si habéis llegado hasta aquí.
La informate Emolia Meléndez, a la que ya conocemos de la temporada anterior, vuelve para liar, más si cabe, esta complicada madeja. Ella solo quiere dinero e informará a quien quiera que se lo dé. La lealtad está fuera, y muy lejos, de su ecuación. Emolia y sus datos serán parte importante de las intrigas de esta temporada, sirviendo a la vez a Mackey, que la cuenta como una amiga, y a Kavanaugh.
Entre las tramas de otros personajes nos encontramos con algunas ya muy secundarias (la serie va de lo que va) como los problemas de Julien con su chica al cargo, Tina Hanlon, una preciosa latina. Julien, todo sea dicho, es un capullo que parece olvidar los problemas que tuvo él al principio incluyendo sus ataques de ira. Danny, que es algo más objetiva con Tina, aunque a veces parece dejarse arrastrar un poco por una especie de extraños celos, tiene su tramaña de preñez, con una pizarra en la que el resto de los policías han hecho sus apuestas sobre la paternidad del futuro descendiente. A Claudette le pasa algo, está dispersa; Dutch se da cuenta e intenta conseguir información. La verdad es que el resultado me pareció completamente imprevisible.
Esta es una temporada de tensión creciente. Todos sabemos que Mackey es corrupto, que es algo despiadado y, sin ninguna duda, un hijoputa de tomo y lomo. Todos sabemos que es una persona de la que no es aconsejable fiarse y que usa la ley como una excusa cuando le interesa, y cuando no se hace su propia ley al margen. Es verdad. Pero Mackey es uno de esos personajes gris oscuro bien construidos que se meten tanto en su telaraña de mentiras, juegos y tratos subrepticios que acaba creyéndose toda esa milonga del bien superior, de la compensación kármica y un montón de tonterías. Mackey se cree buen tío, no tengo ninguna duda al respecto. El problema es que aunque sepamos lo mal bicho que es en realidad, es difícil no cogerle cierto cariño familiar; y uno pasa la temporada queriendo ver como Kavanaugh se encuentra con muros y fracasa en su intención de derribar al titán polimafioso calvo con gafas de sol.
Ese es el gran truco, y sin duda el gran acierto, de la temporada. Juegan con la implicación psicológica del espectador, que lleva 4 temporadas siguiendo las aventuras del equipo de asalto. ¿Cómo no preocuparse por Vic, por Ronnie y por Lem? ¿Por Shane? No, por Shane no. A ese que lo maten, gracias.
La serie ha conseguido tener momentos de dirección lucida y ya no parece dispuesta a abandonarlos. Aunque el estilo general siga siendo de una sencillez un poco árida, la serie dedica ahora bastante más tiempo que antes a secuencias muy largas (una continua de 4 minutos en el primer capítulo) en las que nos hablan de muchos personajes con una cámara más tranquila.
Toda la trama de la abogada fue una locura, pero era trepidante y enganchaba como pocas. Esa necesidad de implicar a más gente con todo lo que han hecho, todo el nuevo juego que se abría era algo increíble. El duelo entre Vic y Jon (que cada vez se deja arrastrar más por su obsesión, ya casi completamente loco) que parece alcanzar el clímax constantemente sin hacerlo nunca de verdad, siempre a la espera de un momento más tenso que los anteriores (cualquier excusa es buena para mostrar el culo de Gina Torres; tanto más si desemboca en un incremento del odio que Jon siente por Vic), la férrea lealtad de Lemansky (qué personaje tan fantástico. Nos declaramos fans suyos desde el Palacio), la nueva dirección de Farmington a cargo de una Claudette enferma de Lupus (House echaría la lagrimilla)...
Y por supuesto el final-final de temporada, cuando Lem y Shane se reúnen. Uno sabe qué va a pasar, quizá no cómo, pero sí sabe qué. Y es horrible. La escena es muy larga, muy tensa, a gritos. La lealtad al grupo y la supervivencia que lo pisa todo enfrentadas, Lem y Shane. Qué gran duelo verbal. Lem, tan amistoso, tan fiel como siempre. Y Shane... tan Shane como sabemos que es; perdido por completo desde que lo desataron de la correa con que lo tenía Mackey, desde la cuarta temporada y sus tratos con Antwon Mitchell. Qué final de escena tan terrible. Pero qué bien lo hace Walton Goggins. Qué horrible. ¡Antes ya odiábamos a su personaje! Pero en este momento le cogimos manía personal. Shane, muérete ya, por favor. Y si puede ser de forma horrible nos das el gusto, ¿sí? Buen chico.
Nota: 10. Una temporada intachable. Y punto.
Durmiendo con el enemigo
Bueno, puede que no literalmente, pero lo cierto es que el planteamiento de esta temporada deja un enemigo mucho más cercano que los Byz Lat y que los armenios. Esta temporada vuelven los de Asuntos Internos, y esta vez vuelven con armamento pesado de verdad, no como aquella chica de la segunda temporada a la que prácticamente hicieron vacío; esta vez han mandado a un tío obsesivo e implacable, meticuloso y profesional, que se oculta bajo una fachada de sonrisas y camaradería: el teniente Jon Kavanaugh (un fantástico trabajo de Forest Whitaker). Kavanaugh va a por Vic y lo hace a lo grande. El teniente cuenta con todo el apoyo de la cúpula —entre ellos David Aceveda, por supuesto; que siempre está metido en el ajo si se trata de ir a por Mackey— y es un hombre entregado que ya ha tejido parte de su red. Y empieza por Lem. Nuestro adorado Lem.
Forest Whitaker, el sabueso infernal.
La informate Emolia Meléndez, a la que ya conocemos de la temporada anterior, vuelve para liar, más si cabe, esta complicada madeja. Ella solo quiere dinero e informará a quien quiera que se lo dé. La lealtad está fuera, y muy lejos, de su ecuación. Emolia y sus datos serán parte importante de las intrigas de esta temporada, sirviendo a la vez a Mackey, que la cuenta como una amiga, y a Kavanaugh.
Entre las tramas de otros personajes nos encontramos con algunas ya muy secundarias (la serie va de lo que va) como los problemas de Julien con su chica al cargo, Tina Hanlon, una preciosa latina. Julien, todo sea dicho, es un capullo que parece olvidar los problemas que tuvo él al principio incluyendo sus ataques de ira. Danny, que es algo más objetiva con Tina, aunque a veces parece dejarse arrastrar un poco por una especie de extraños celos, tiene su tramaña de preñez, con una pizarra en la que el resto de los policías han hecho sus apuestas sobre la paternidad del futuro descendiente. A Claudette le pasa algo, está dispersa; Dutch se da cuenta e intenta conseguir información. La verdad es que el resultado me pareció completamente imprevisible.
Mismo plato con nuevas especias
En realidad son especias que ya se han usado antes (Asuntos Internos, investigación sobre Vic) pero nunca se han usado tanto. Esta temporada es un plato indio y sabe a sus especias. La carne está para llenar el estómago, que lo que importa aquí son esos elementos que salpican la temporada.Esta es una temporada de tensión creciente. Todos sabemos que Mackey es corrupto, que es algo despiadado y, sin ninguna duda, un hijoputa de tomo y lomo. Todos sabemos que es una persona de la que no es aconsejable fiarse y que usa la ley como una excusa cuando le interesa, y cuando no se hace su propia ley al margen. Es verdad. Pero Mackey es uno de esos personajes gris oscuro bien construidos que se meten tanto en su telaraña de mentiras, juegos y tratos subrepticios que acaba creyéndose toda esa milonga del bien superior, de la compensación kármica y un montón de tonterías. Mackey se cree buen tío, no tengo ninguna duda al respecto. El problema es que aunque sepamos lo mal bicho que es en realidad, es difícil no cogerle cierto cariño familiar; y uno pasa la temporada queriendo ver como Kavanaugh se encuentra con muros y fracasa en su intención de derribar al titán polimafioso calvo con gafas de sol.
Ese es el gran truco, y sin duda el gran acierto, de la temporada. Juegan con la implicación psicológica del espectador, que lleva 4 temporadas siguiendo las aventuras del equipo de asalto. ¿Cómo no preocuparse por Vic, por Ronnie y por Lem? ¿Por Shane? No, por Shane no. A ese que lo maten, gracias.
Lemansky, ¡pero qué majo es este hombre!
La serie ha conseguido tener momentos de dirección lucida y ya no parece dispuesta a abandonarlos. Aunque el estilo general siga siendo de una sencillez un poco árida, la serie dedica ahora bastante más tiempo que antes a secuencias muy largas (una continua de 4 minutos en el primer capítulo) en las que nos hablan de muchos personajes con una cámara más tranquila.
Capítulo final extendido
Le doy un epígrafe propio solo porque todo lo que diga va a ser un spoiler horrible.Toda la trama de la abogada fue una locura, pero era trepidante y enganchaba como pocas. Esa necesidad de implicar a más gente con todo lo que han hecho, todo el nuevo juego que se abría era algo increíble. El duelo entre Vic y Jon (que cada vez se deja arrastrar más por su obsesión, ya casi completamente loco) que parece alcanzar el clímax constantemente sin hacerlo nunca de verdad, siempre a la espera de un momento más tenso que los anteriores (cualquier excusa es buena para mostrar el culo de Gina Torres; tanto más si desemboca en un incremento del odio que Jon siente por Vic), la férrea lealtad de Lemansky (qué personaje tan fantástico. Nos declaramos fans suyos desde el Palacio), la nueva dirección de Farmington a cargo de una Claudette enferma de Lupus (House echaría la lagrimilla)...
Y por supuesto el final-final de temporada, cuando Lem y Shane se reúnen. Uno sabe qué va a pasar, quizá no cómo, pero sí sabe qué. Y es horrible. La escena es muy larga, muy tensa, a gritos. La lealtad al grupo y la supervivencia que lo pisa todo enfrentadas, Lem y Shane. Qué gran duelo verbal. Lem, tan amistoso, tan fiel como siempre. Y Shane... tan Shane como sabemos que es; perdido por completo desde que lo desataron de la correa con que lo tenía Mackey, desde la cuarta temporada y sus tratos con Antwon Mitchell. Qué final de escena tan terrible. Pero qué bien lo hace Walton Goggins. Qué horrible. ¡Antes ya odiábamos a su personaje! Pero en este momento le cogimos manía personal. Shane, muérete ya, por favor. Y si puede ser de forma horrible nos das el gusto, ¿sí? Buen chico.
Nota: 10. Una temporada intachable. Y punto.
Ya vimos toda la serie, lo que pasa es que al hacer pausa de publicaciones tenemos cola de entradas. A mí, personalmente, la sexta y la séptima no me parecieron tan, tan buenas. La última está bien y eso, pero me parece que la quinta estuvo mucho mejor :P.
ResponderEliminarA ver, lo que es el final de la serie me parece increíble, pero creo que la séptima estuvo algo lastrada por su inicio algo renqueante. Una vez que despega, eso sí, es una pasada. ¡Pero es que la quinta me pareció perfecta de principio a fin!